En Navidad parece que se nota un poco mas. Los despidos duelen más profundamente y las personas que se quedaron o quedan sin empleo están más cabizbajas.
Esta injusticia radical de los sistemas financieros que comercian con la nada, jugando a ser dioses, acaba con la ilusión y con la esperanza de muchos. Los malabares de las cifras astronómicas nos superan, pero hay personas detrás de ellas que, con su egoísmo, explotan y depredan. Ya no hay transación de bienes o movimientos económicos reales (que se puedan tocar) o plusvalía… Marx ya no se entera de nada y los viejos sistemas aparecen boquiabiertos y apabullados. Los Estados no son nadie (meros parcheadores que intentan aparecer como controladores de la situación) y no pueden nada.
Y en lo pequeño o local otras personas aprovechan para hacer ERES (no todos) y limpiar la casa de la empresa para reducir costes y seguir ganando más de lo debido (lo «debido» se convierte en un adorno irrisorio dibujado en los códigos éticos de algunos). Y se deslocaliza y se privatiza y se exige vivir para y por la todopoderosa empresa sin saber si se va a cansar de ti.
Y en medio de todo los recortes sociales, no podía ser de otra manera, siempre pagan los mismos. Y no protestes porque eres insolidario. El mito del estado del bienestar y del progreso (que estaba muy presente en la DSI) se viene abajo tal como vino. Y ahora nos hablan de austeridad los que tienen cuentas en Suiza y los que están en los Lobbies despóticos de intereses ombligueros: «Hay que apretarse el cinturón», cuando ellos ni siquiera lo llevan puesto.
Y el banco ya no te da crédito, cuando antes, si pedías la hipoteca, te metían por los ojos otro para el coche o la tele de plasma o para las vacaciones, «por un poco más no te preocupes, el pago ni se nota».
Y los que por aquí pasan, sin trabajo, cada vez están más cabizbajos y faltos de esperanza. Y no saben responder a los por qués de sus vidas… y yo tampoco.
Gracias. Sigue llegando aire fresco. Feliz salida y entrada de año.