Hay en la enseñanza de Jesús una jerarquía de verdades. Aunque todas son importantes, no todas tienen la misma importancia. Algunas verdades (las que dice porque así le nacen sin necesidad de que le pregunten) parecen más fundamentales y centrales que las que ofrece como respuesta a un interés particular del que pregunta. Un ejemplo de estas últimas es lo relativo al matrimonio. Cuando Jesús habla del matrimonio siempre es respondiendo a una pregunta formulada por los oyentes. Se comprende que los oyentes de Jesús estén interesados en este tema, porque la mayoría debían estar casados y en los matrimonios suele haber problemas que requieren buenas orientaciones. Pero es significativo que esta enseñanza no sea la que brota “espontáneamente” de Jesús, ni la que parece interesarle más.
Un ejemplo de enseñanza que Jesús considera imprescindible y sin la cual su mensaje quedaría distorsionado es lo relativo al reino de Dios o a las bienaventuranzas. Jesús habla de estos temas sin necesidad de que le pregunten, porque son temas centrales, fundamentales. Sin ellos, el mensaje de Jesús quedaría vacío. También son temas fundamentales, de los que Jesús habla sin que le pregunten, los relativos a los pobres y al dios-dinero o al dios-poder como adversarios del Dios verdadero, del Dios amor, misericordia y perdón.
Esta distinción entre lo que Jesús dice directamente y lo que dice ocasionalmente, no puede tomarse rígidamente, (habría mucho que matizar, y lo que dice como respuesta a alguna pregunta tiene aspectos coincidentes con lo que dice sin que le pregunten), pero es un buen criterio para distinguir lo esencial en la vida cristiana y lo que debe ser esencial en la predicación de la Iglesia. La Iglesia debe responder a las preguntas planteadas por los fieles, pero si esas preguntas olvidan lo fundamental del Evangelio, hay que decir: eso que usted pregunta tiene su interés, pero siempre que no olvidemos lo fundamental, que es el bien de las personas, la solidaridad con los necesitados, la búsqueda del Reino de Dios y su justicia. Así respondió Jesús cuando le preguntaron por los diezmos: “Ay de vosotros, hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto es lo que había que practicar sin descuidar aquello” (Mt 23,23).