En rebajas

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Este mundo del consumo está muy bien pensado. Parece mentira esta afirmación pero es de una certeza admirable. Los que negocian con nuestros sentimientos saben muy bien lo que se traen entre manos. Porque se trata de eso: un negocio de sentimientos. Apelan a lo insaciable de lo que somos para poder seguir creciendo económicamente.
Nunca nos hablan de la calidad o de la necesidad que nosotros tenemos de tal o cual producto, simplemente nos lo meten por los sentidos para trasladarnos al mundo de la ensoñación y desde ahí jugar.
El colmo de todo ello (un ejemplo muy tonto, hay más) es la venta de perfumes o esencias. En su publicidad es imposible que nos hagan percibir a qué huele (todo llegará), pero nos hablan en el lenguaje ensoñador de la atracción, del glamour, del saber estar, o de la transgresión, según estudios de mercado. Y lo consiguen.
Es un ejemplo tonto (lo repito) pero con todo se procede mismo modo. El querer insaciable se pone en juego y el «siempre más» actúa con una celeridad increible. Poner freno no es sencillo, decir que no necesito es casi algo heroico, el nadar contracorriente desgasta… Pero quizás sea un camino muy evengélico, aunque la carne es débil y la nuestra también.

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