(ÍÑIGO GARCÍA BLANCO). El futuro no es un lugar al que nos dirigimos, sino algo que creamos; los caminos hacia él no se encuentran, sino que se construyen, y la construcción de esos caminos cambia tanto al constructor como al destino. Margaret Silf
De nuevo nos encontramos abriendo UN AÑO NUEVO que ha sido esperado, y como cada celebración anticipándonos a lo que puede ser, a lo que deseamos sea, tal vez a la novedad no encontrada o a la necesaria complementariedad del camino que venimos realizando; sea lo que fuere, estrenamos y (re)comenzamos un nuevo tiempo.
Unos quieren hacer una gran salida del año, otros una gran entrada al mismo, pero ciertamente basta con vivir, ése sí que es un gran paso… tiempo para (con)vivir… la vida que se da y se cierne en los parámetros que cada contexto describe. Y así podemos reconocer desigualdades arrítmicas en los desenlaces de estos relatos. Nuevamente, tenemos la oportunidad y el desafío de entablar conversaciones que nos transformen, que no nos dejen indiferentes y que nos acerquen en nuestras desigualadas realidades porque ¡todo está interconectado, todo está (re)ligado!
En este año proyectamos posibilidades, propuestas, proyectos, sueños, compromisos, decisiones, incertidumbres, aniversarios, encuentros… por acontecer. ¿Qué será…? ¡No adelantemos el camino, recorrámoslo día a día, sin atajos y con la sorpresa que nos depara el amanecer o el merecido ocaso del atardecer! ¡En diálogo, en camino!
Sería interesante poder contestarse de qué hablamos cuando coincidimos (porque no siempre nos encontramos), qué conocemos realmente los unos de los otros, qué es lo que llevamos / dejamos en ‘la mesa del encuentro’, con quiénes nos dejamos ver y con quiénes hacemos camino, etc. Somos seres relacionales y conversantes, nuestras relaciones nos definen y nuestros diálogos (silencios) hablan de nosotros. ¡Tanto por (des)aprender y tanto por (des)velar!
También para mí, ESTE AÑO NUEVO, tiene un significado especial. Tal vez siempre lo tiene y uno no siempre lo hace consciente ni presente. Es un año de aniversarios, por tanto, de vida, de relatos, de encuentros compartidos. No es por sumar años, sino por lo que me (nos) dicen estos años recorridos.
Desde 1817 venimos ‘los maristas’ viendo el mundo a través de los ojos de ‘los más pequeños’ a lo largo de 82 países, con diversidad de presencias como educadores animando sueños educativos para crecer y transformar la realidad local. ¡Doscientos años de vida y relatos, de rostros y sueños!
Hoy también aquel 2 de enero del despertar marista resuena en nuestro 2 de enero para más de 660.000 niños y jóvenes. Cada lugar recoge bellas historias y los relatos de nombres propios que se suman a este sueño permanente de crecer, promover, acompañar, crear un mundo de posibilidades. Este año la tierra sagrada de la Amazonia me acoge y me sustenta, en la realidad viva de la triple frontera de Brasil – Colombia – Perú, compartiendo vida y fe.
Yo celebraré en este año mis bodas de plata maristas (25 años consagrados en la fragilidad y en la confianza), ¡cuánto agradecimiento, cuánta vida respirada y alentada! Hoy mi sí sigue ‘al flaco’, al Jesús de los caminos y de los encuentros que socialmente estaban bajo sospecha, con corazón de hermano pequeño, al estilo marista. Dos son los ejes que reconozco actualmente en mi vida: la defensa de los DERECHOS (de la infancia, de la humanidad, de la Tierra, de la Vida) y una vida en COMUNIÓN (reconociendo la diversidad, celebrando la plenitud de las vocaciones y los proyectos de vida, creyendo en los encuentros, reconociendo las culturas y sus diferentes expresiones de vida).
Como maristas, seguimos comprometiéndonos a educar desde la presencia, desde la sencillez, con corazón de ‘hermano’. Hoy también late este corazón marista. Esta historia que tantas y tantos de nosotros podríamos ir narrando habla de disponibilidad (global, decimos últimamente), de educación (con gran riqueza y creatividad de itinerarios para aprender a vivir y a ser ciudadanos comprometidos), de presencia significativa (llena de tiempos generosos y cercanos), de sencillez (tal cual somos, sin apariencias artificiales), de fraternidad, de referencia mariana (como la gran inspiradora, mujer de su tiempo, hermana en la fe, madre incondicional), de comunión (en torno a la mesa de la vida, del pan y la palabra), de un especial cariño por la infancia y la juventud (con ellos aprendemos a mirar el mundo de una forma latente y con ellos nos comprometemos en la defensa y promoción de sus derechos), de fe (en la vida, en las personas, en los Derechos que compartimos y nos dignifican, en el Dios-Encuentro, en la comunidad que se congrega – comparte – celebra), de transformación (social, personal, comunitaria…) ¡en diálogo y en movimiento!
Cíclicamente volvemos a las fuentes, recordamos nuestros orígenes, bebemos en ellas, dialogamos en ellas.
Cíclicamente sentimos el impulso a reemprender el camino, a (re)comenzar de nuevo, a ser (co)creadores del tiempo y de los encuentros, de un futuro común.
Cíclicamente celebramos los caminos recorridos (no siempre planificados, sino que sencillamente irrumpen)… y unas veces bordeamos los límites, otras las periferias geográficas y existenciales son las que (nos) hablan y dictan el paso.
Cíclicamente reconsideramos el camino y el testimonio ofrecido (no por la autorreferencialidad sino por preguntarnos con honestidad sobre el tino y desacierto del momento).
Cíclicamente nos sentimos seguros y reconocidos, mas siempre hay regiones y aconteceres que piden prestar atención y una necesaria nueva respuesta.
Cíclicamente renovamos los compromisos y reforzamos la red de encuentros, gestos, sueños, intenciones y sinergias (cada vez más universales, interculturales, … más INTER-).
Pero siempre con el deseo de ser alentados por el Espíritu de Vida, al encuentro de los más pequeños, mirando a través de sus ojos, proponiendo alternativas y denunciando los clamores de la infancia, siendo expresión de fraternidad (ensayando la sororidad), … ¡en camino!
Doscientos años de relatos que posibilitan nuevos relatos en nuevas tierras y presencias. Precisamos mantener conversaciones vivas que nos transformen, que nos muevan hacia la tierra del encuentro.
¿Qué será … este año? ¿Qué sentimientos se despiertan? Dedicado a cuantos anhelamos una vida plena y en autenticidad (anota tus sentimientos, detente en el que más te resuena ahora o escribe el que surge al hacer silencio).
Siento que vivo en un continuo nacer y desnacer, proyecto y ejercicio de cada día.
Siento la tentación de abandonar, pero el corazón sabe que late al caminar.
Siento las ausencias de seres queridos, seguro que tú también (recuerdo agradecido y sorprendido).
Siento la doliente enfermedad que merma nuestros cuerpos, pero también nuestros ánimos; la salud se torna frágil regalo por cuidar.
Siento el cansancio de un ritmo ajetreado, será cuestión de revisar objetivos y tareas, de asegurar válvulas de escape (que las toxinas se liberen).
Siento que debo salir de mi zona de confort y encaminarme a la zona de aprendizaje, a la zona mágica donde lo maravilloso está por suceder (es algo más que una invitación o un deseo).
Siento que no he sabido decir cosas por las prisas, por los tonos, por desconocimiento… otras las he dicho precipitadamente, desmedidas y por despecho… debo palabrear menos y estar más. ¡Tanto por (des)aprender!
Siento los sueños que me han despertado y las pesadillas que me desquitan los ánimos.
Siento la celebración de vida de parejas a las que aprecio y comparto su sí.
Siento la alegría de los niños que crecen, corretean y contagian a su alrededor dosis de vida. ¡(Re)aprender a mirar desde su mirada!
Siento la complicidad y corresponsabilidad de educadores en la propuesta de itinerarios y proyectos de aprendizaje.
Siento la fuerza transformadora de los gestos y pequeños síes de corazones voluntarios por desvelar otro mundo, más humano y fraterno.
Siento el grito ahogado y anónimo de nuestros vecinos migrantes, de los pequeños de la tierra, de los ninguneados, de los vulnerados impunemente.
Siento la amistad con los más pobres, próxima y hermanada. No es una opción, es un encuentro directo.
Siento el pan que preside las comidas y los momentos más importantes.
Siento los brindis que alzamos por los encuentros, por los motivos contagiados.
Siento el grito de la Tierra, Casa Común de Todos, que quiere sacudirse las pulgas molestas y cada día es más devastada.
Siento la historia marista que ha marcado la diferencia con sencillez y fraternidad, compromiso con las periferias y los relatos de tantos niños y jóvenes.
Te deseo un año de plenitud, de sueños, de encuentros, de desafíos, de sendas. ¡Es tiempo para vivir…!
«Algo nuevo está brotando ¿no lo notáis?» (Is 43, 19).