Se acaba de formar revuelo con la alusión ofensiva al Padre Nuestro en una expresión poética en un acto oficial catalán. La mejor respuesta a las ofensas sean personales o con respectos a nuestras creencias -incluido nuestro sagrado padrenuestro- es saber rezar el Padrenuestro con amor y sangre, si hace falta, como lo ha hecho Elías, un joven estudiante cristiano de Siria comprometido con la fe y la paz en su pueblo. En su muerte encontramos una llamada a trabajar por la Paz y el perdón en nuestro mundo, frente a toda ofensa.
La muerte de este joven cristiano en esa guerra cruel e injusta, nos recuerda la necesidad de avanzar y trabajar con urgencia en una cuestión universal como es el diálogo interreligioso y el respeto mutuo -también entre creyentes y no creyentes- , a lo cual nos está invitando denonadamente el papa Francisco, tanto en su actitud de cara al ecumenismo, así como ante el diálogo interreligioso.
La realidad cultural de nuestro mundo ha cambiado dada la transformación técnico-económica, política y social que estamos viviendo en el fenómeno de la globalización. La idea de nuestro mundo como aldea, hace que todos seamos vecinos de un modo absolutamente nuevo. En esta vecindad nueva hay muchos elementos a resolver de todo tipo, que en principio se plantean problemáticos: económicos, sociales, políticos, culturales. Y dentro de ellos no es ninguna cuestión baladí la realidad religiosa que se ve mezclada e inculturada en todas las demás dimensiones.
Ahí se plantea un reto de gran calado que la Iglesia católica, animada por el Papa Francisco, lo acoge como misión y compromiso, se trata de favorecer un verdadero y auténtico diálogo interreligioso. Por eso en estos días, en que sabemos que el mundo está convulso en cuestiones muy graves en las que entran la persecución religiosa de los cristianos en Oriente – en que una de las últimas víctimas es Elías, este joven conocido de estudiantes extremeños de la juventud estudiante católica-, pero que a la vez, en nuestra propia sociedad, surgen elementos de contradicción y de desafecto entre creyentes y no creyentes, como ha ocurrido con la referencia poco afortunada a la oración entrañable de los cristianos como es el padre nuestro, nos sentimos llamados a reflexionar sobre algo tan necesario como el diálogo interreligioso y las claves del mismo, para un mundo que pretende ser realmente abierto acogiendo la pluralidad como riqueza.
El diálogo interreligioso exige dos cosas fundamentales: tener algo propio por comunicar, de la misma manera sostener que también los demás tengan algo bueno por enseñarnos; ambos aspectos deben estar unidos y dirigidos al mutuo entendimiento y enriquecimiento.
Si renunciamos a nuestras convicciones por una malentendida actitud de paz, los demás no podrán sacar nada bueno de su encuentro con nosotros. Pero, por otra parte, si no estamos convencidos de que también los seguidores de otras religiones puedan comunicarnos algo bueno, entonces asumiremos una actitud de autosuficiencia y pretenderemos actuar sólo como maestros, cerrando nuestra alma a las riquezas del encuentro.
Se trata ante todo de un “diálogo de vida”: compartir la vida comunidades de religiones diversas que pueden vivir en paz, una junto a la otra, cada uno practicando con coherencia su fe y testimoniándola a los demás, respetándose y solidarizándose en el bien. Esto es urgente en la actualidad, dada la constante movilidad humana.
El cristiano debe estar convencido de que tiene una gran verdad por anunciar a los demás y que éste es un deber preciso; pero también debe estar convencido de que podrá y deberá aprender mucho de los demás: por ejemplo para no caer en el activismo, en el ajetreo de la vida diaria, los monjes budistas dan testimonio del espíritu de oración; o las tendencias individualistas y antiecológicas reciben correctivo de la solidaridad y armonía con la naturaleza de las poblaciones animistas; es muy conocido el influjo ejercitado por Gandhi sobre los cristianos con la doctrina y la práctica de la no-violencia.
Pero también es posible el “diálogo formal”: personas de religiones diversas que se encuentran para afrontar juntos problemas comunes de carácter social, moral, político, etc; cada uno tomando inspiración de la propia religión y buscando encontrar soluciones aceptables para todos. Por ejemplo cómo afrontar problemas de la familia y la vida humana, de la instrucción, de la emigración, de la paz y de la libertad, particularmente la libertad religiosa.
El camino en el diálogo interreligioso está apenas iniciado, así como entre el mundo de la creencia y la increencia; hay mucho trecho por realizar. Dispuestos y deseosos de compartir las propias riquezas y de respetar y de recibir las riquezas de los demás, se podrá construir una mejor convivencia humana.
Estas claves sencillas para lo interreligioso pueden ser también luces para el encuentro entre las personas de nuestra sociedad y sus ideas y creencias. La falta de atención y respeto que hiere a unos y a otros, entre creyentes y no creyentes, no conduce a la verdadera armonía ni a la paz social que todos deseamos. La respuesta a los desencuentros ha de ir por el camino del verdadero diálogo en el que nos encontraremos y aprenderemos a pensar y a sentir, también desde el otro, sabiendo pasar desde la “contra” – diálogo- a ponernos en el lugar del otro –coloquio- , un diálogo coloquial que nos acerca lo que realmente somos, humanos.