EL NUEVO CARDENAL BOCOS

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José María Arnaiz, religioso marianista, ex-secretario general de la Unión de Superiores Generales y actual director de la Revista Testimonio de Chile, se acerca a la Revista Vida Religiosa para dejarnos una palabra sobre Aquilino Bocos. Son compañeros de camino, se conocen desde hace décadas. Han sabido, ambos, mantener la esperanza sobre la vida consagrada en su futuro, porque ambos trabajan a conciencia el presente. Esto es lo que nos dice:

Aquilino, en tu nueva misión, contamos contigo… y tú cuenta con nosotros

El 20 de mayo lo viví marcado por un signo de admiración: ¡Aquilino Cardenal! Y por unos signos  de interrogación: ¿Por qué Aquilino Bocos le hace el Papa Francisco a los 80 años Cardenal? Esté interrogación iba unido a otros dos: ¿Para qué el Papa Francisco ha hecho Cardenal a este claretiano en este momento de la vida de la Iglesia y de vida religiosa?  La respuesta, por supuesto la tiene el Papa. En cambio, a la tercera pregunta la respuesta le corresponde a Aquilino: ¿Cómo va ser como Cardenal? Y no dudo que en ella está ya trabajando.

Quiero comenzar diciendo que esta noticia fue para mi y para muchos  una buena noticia. Con el nombramiento de Aquilino Bocos llega a la comunidad o al cuerpo de los Cardenales un un grande; un buen y fiel amigo; un creyente firme; un religioso hecho a la medida del evangelio y que lo vive sin rebajas y de una manera auténtica y honesta su vocación; un claretiano animador de claretianos y que presenta con profundidad el tino de su vocación; y llega Aquilino Bocos, una persona muy humana y humanizadora y un auténtico profesional de la escucha.

Para Aquilino el momento de la Iglesia y de la Vida Consagrada de nuestros días no se soluciona con resignación y pasividad sino con audacia y lucidez. Es un buen centinela de la debilidad del momento y ve venir y es capaz de mostrar la aurora que llega. No le asusta lo que está a las puertas; tampoco le abruma el lastre del pasado.

Sé que con esta nueva tarea se está preguntando hacia dónde dirige el Señor su vida. Él siempre ha optado por la vitalidad serena y por la vitalidad serena optará con profecía, valentía y realismo. Creo que se va animar a cambiar en la vida consagrada y en la Iglesia estructuras ya que sabe bien que muchas de las actuales están dejando no pocas víctimas a lo largo del camino. Como buen amigo de Aquilino sé que prefiere hacer el camino e invita a hacerlo con poco peso, con buena compañía y en la certeza de que va a llegar a la meta.

En nuestros no pocos ratos de conversación en Roma y en Madrid nos hemos recordado el uno al otro que cuando nos alejamos de la raíz el árbol se seca y por supuesto no da fruto. Los dos somos casi fanáticos de la vida consagrada; para los dos ha sido y sigue siendo la quilla del barco de la Iglesia. La consideramos alternativa creíble en este mundo y en esta iglesia de hoy. Para ello por supuesto nuestros carismas tiene que ser kerigmas limpios y auténticos y tienen que brotar del corazón del evangelio.

Con esta nueva tarea Aquilino va a tener una conciencia más clara de que la vida no se para; le ha llegado el momento de poner intensidad en lo cotidiano y eso lo va a conseguir intensificando el ritmo personal y el de los demás del proceso que lleva a creer para amar, amar para servir, servir para estar alegre y para llenarlo todo de misericordia. Ese proceso resume los años pasados de Aquilino. La nueva misión le pide poner intensidad en ese servicio.

Muchos dones junta el nuevo Cardenal y uno que le he apreciado desde hace mucho tiempo es el acertar a leer bien el don de la vida de las personas y de las instituciones. Para ello sabe tomar distancia para tener perspectiva y lograr la cercanía en los encuentros y así poner nombre, disfrutar y agradecer lo cotiadiano.

No hay duda que Aquilino está capacitado para dar cauce a una forma alternativa de ser Cardenal. Para ello tiene que integrar y sumar su capacidad de acoger, de animar, de acompañar y de apasionar y para ello ha conocido y conoce cardenales de gran talla. Quiero nombrar al menos dos: Fernando Sebastián, uno que ha estado y está en muchos sentidos muy cerca. Otro que vive un poco más lejos y que también asume esta misión al mismo tiempo y que es religioso jesuita y se llama Pedro Barreto.

Sin duda que Aquilino sabe que es Cardenal del Papa Francisco, por él, para él y sobre todo con él va a ejercer su servicio. Del fondo de su corazón le sale el “Querido Francisco”, el Francisco que quiera que todos los muros caigan y que merece la pena construir puentes, que la revolución de la ternura es urgente; que hay que transformar sus gestos en cambios de estructuras;  que no se muere la esperanza. Sabe que está al servicio de un Papa que nos ha dicho que “lo importante no son los zapatos sino por dónde se camina y a dónde se quiere llegar”.

Y a pesar de los 80 o por tener ya los 80 que los jóvenes sean para ti una ocupación, una preocupación y una compañía. Los jóvenes de hoy necesitan maestros que no busquen ideologizar y ancianos jóvenes que sepan relativizar bien. Espero que seas iluminador de sus mentes y fuego para su corazón y que te fíes de ellos aunque no estés de acuerdo con ellos en algunas cosas y ellos no esté de acuerdo contigo en otras.  .

Bien sabes que estamos queriendo discernir cuál es el motor que mueve la presencia y la acción de los religiosos en la vida cultural, social, política y económica de nuestros días. No dudo que desde tu nuevo servicio vas a arrojar luz y encaminar las inquietudes que tenemos. De lo que propongas  te vamos a escuchar y mucho y bien.

Por supuesto que ni la vida consagrada ni la vida claretiana es una “fábrica de cardenales” pero si toca serlo les corresponde en esta renovación eclesial ser resorte de cambio. Por supuesto que esto se puede hacer con o sin “birrete cardenalicio”. Como marianista y buen compañero ahí va un buen consejo: Confía tu tarea nueva a María sabiendo que ella no te va a dar todo lo que la pidas pero sí te va conceder todo lo que necesites.