El hijo del carpintero 

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Jesús llega al lugar donde se crió, al lugar de la vida y de la cotidianidad y todos desconfían de él. Allí no puede ser el gran profeta, el Hijo de Dios. Allí no tiene la acreditación de mesías porque lo vieron crecer, conocen su oficio y familia. Es demasiado humano para poder ser Dios. 

Y esta es la grandeza de nuestra fe y de nuestro Dios. Es demasiado humano, infinitamente humano. Este es el gran escándalo. Por eso intentamos revestirlo de todo lo fantástico, de todo lo maravilloso e inverosímil. Eso es lo que hicieron muchos de los evangelios apócrifos, sobretodo los de la infancia y, a su imagen y semejanza, muchas vidas de santos y santas. 

Relatos fantásticos que con la llegada de la modernidad y del nuevo concepto de historicidad hicieron agua y se hundieron. 

En cambio Jesús sigue siendo nuestro carpintero, nuestro Dios de virutas y manos callosas, nuestra cercanía absoluta que nos pide que le llamemos hermano desde el Padre común. Ese que hace calmar las aguas y la tormenta, pero también aquel que nace en un pesebre y llora y ríe como cualquiera de nosotros. 

Un Dios-carpintero que nos descubre la hermosura de ser humanos-hermanos, hijos y hermanos y padres y madres, de ser normales en esta divinidad tan de pescadores y de «bienaventurados». Sin excesos fantásticos, pero de normalidades fantásticamente sencillas.  

1 COMENTARIO

  1. en los Evangelios Apocrifos dice Jesus: «partir un leño y ahi me encontrareis»..se da directamente a los hombres y mujeres sin intermediacion…no son necesarios ni curas ,ni catedrales…que ha hecho la Iglesia Católica con este mensaje de Jesús..obviarlo claramente e imponernos desde su Fundación la necesidad de intermediarios entre Dios y los hombres.no le parece?gracias

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