EL DIOS QUE DESCOLOCA

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blog-ianireHay imágenes que se te quedan grabadas en la retina y asedian tu memoria durante unos días. Algo de eso me ha sucedido esta semana con la mirada perpleja de una de mis alumnas, que me ha venido a la cabeza más de una vez a lo largo de la semana. Se trata de una chica de 1º de Empresariales a la que enseño Introducción al Hecho Religioso. Para culminar la explicación del Budismo (tema que, como imagináis, no es exactamente “lo mío”) les estaba planteando que mientras la transformación del karma depende del empeño y la voluntad de uno mismo, en el cristianismo la iniciativa siempre es de Dios que nos regala un don que, como tal, se nos convierte en tarea.

Sus ojos azules se abrían como platos mientras intentaba explicar que ser cristiano no es una cuestión de decisión, de “el lunes empiezo” o de puños, sino que la experiencia de saberse amado hasta la locura y en nuestra verdad hace que brote de modo natural todo lo demás, que nuestro actuar es siempre un movimiento segundo, una respuesta a Otro que nos toma la delantera. Ella, que me tragaba con la mirada, quería preguntarme pero no atinaba a formular la cuestión, hasta que consiguió plantear: “pero ¿quién determina eso?”. ¿Quién determina que alguien haga o no esta experiencia? ¿Por qué unos la viven y otros no?

Si la escena se me ha repetido estos días no es por lo difícil que a veces se nos hace combinar nuestro “espíritu democrático” y el hecho de que sentirse amado es saberse elegido (este tema se merece más de un post). Me ha venido a la cabeza porque su gesto y su “descoloque” eran el claro reflejo de lo profundamente desconcertante que resulta esa iniciativa tan inmerecida y gratuita. Si la experiencia ante cualquier persona a la que queremos es la que canta Ismael Serrano, “todo estaba claro, ahora llegas tú y me desordenas”… ¡cuánto más Aquél que es Amor y que, sólo cuando nos descoloca, es capaz de descentrarnos de nuestros ombligos y lanzarnos más allá de cuanto hubiéramos soñado!