El dedo de Tomás

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¿Ver o tocar para creer? ¿Creer sin ver ni tocar? Los “Lineamenta” del pasado sínodo sobre la nueva Evangelización nos invitan a “iniciar en la experiencia cristiana”, a transmitir la fe, pero la cuestión está en el cómo, cuando la sensación de fracaso es bastante común. Alimentar la fe en quien ya cree parece fácil. Casi imposible, suscitarla entre los indiferentes o incrédulos. Tal situación me evoca “el dedo de Tomás”.

Jesús -con las señales de la cruz en su cuerpo- se apareció dos veces a sus discípulos -reunidos y encerrados en la casa: una sin Tomás (Jn 20, 19-23) y otra con él –que era “uno de los Doce”(Jn 20, 26-28). Quienes habían sido enviados a testimoniar su experiencia -“¡Hemos visto al Señor!”-, fracasaron al comunicarla al incrédulo Tomás. “Jamás creeré” -les respondió- a no ser que toque con el dedo y la mano las señales de la cruz en el Cuerpo del Resucitado.

 

Tomás representa a quienes necesitan tocar para creer. A quienes no les basta una información objetiva de los hechos, ni siquiera una experiencia subjetiva, que deja frío al receptor. Creer en Jesús, el Hijo de Dios, no es sólo cuestión de imaginación espiritual. La fe acontece cuando se da un contacto, un intercambio corporal con la carne del Logos, con el cuerpo de Dios (Marcello Neri). Así lo expresamos bellamente en un himno de Laudes (viernes, primera semana): “Así: te necesito /de carne y hueso. /Así: tangible, humano/ fraterno/… Carne soy, y de carne te quiero/ Así, sufriente, corporal y amigo,/ ¡cómo te entiendo!… ¡los dos de carne y hueso!”.

Todo fue transfigurado en el cuerpo de Jesús, excepto las señales de la cruz. Cuando éstas se tocan, emerge la visión y la fe. No es la comunicación del discípulo la que lleva al umbral de la fe, sino el contacto con el Cuerpo sacrificado y entregado del Señor.

Jesús llama dichosos a quienes “sin ver creyeron”. Hay que “creer para ver”. La fe nos concede la visión. Pero la fe nace del “contacto”: cuando el Señor toca nuestro cuerpo y nuestro dedo “toca” el cuerpo del Señor. “Y el Verbo se hizo carne” (Jn 1,14). Y Jesús nos dijo y nos sigue diciendo: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo” (Lc 22,19): el cuerpo de la Palabra y el cuerpo eucarístico (Jn 6).

¿Cómo evangelizar e iniciar en la experiencia cristiana? Acercando el cuerpo del Señor (en su versión de Palabra y Eucaristía) a nuestros hermanos y hermanas para que se produzca el milagro del contacto. Tocar para creer, creer para ver. En la evangelización no somos protagonistas, sino humildes colaboradores del Espíritu, facilitadores del acceso a Jesús. Invitamos a entrar en la casa de las puertas cerradas, donde el Señor se muestra y se deja tocar.