EL ABUSO Y SU ENCUBRIMIENTO: UN DESAFÍO PARA LA IGLESIA Y LA VIDA CONSAGRADA

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1948

[Hans Zollner,(Rev. Vida Religiosa)]. El abuso sexual por parte de clérigos y consagrados (ocasionalmente también por parte de con- sagradas) aparece una y otra vez en las noticias. La protección de los niños, los jóvenes y los adultos vulnerables frente a la violencia sexual seguirá siendo durante muchos años una prioridad para la Iglesia. Esto es extremadamente inquietante para todos aquellos que se identifican con la Iglesia y su misión y la hacen presente, de modo especial para las personas consagradas y los sacerdotes. Desde un punto de vista humano, es comprensible que uno baje la cabeza, o lance un contraataque, o bien se queje de la incompetencia de los líderes de la Iglesia; sin embargo, también se pueden sacar otras conclusiones y actuar en consecuencia. Ésta podría y debería ser la reacción y la tarea de las consagradas y consagrados, llamados al testimonio profético del mensaje de Jesucristo que, Resucitado, conserva sus estigmas como víctima de la violencia religiosa.

En la Iglesia Católica, con sus numerosas instituciones por todo el mundo, hay imágenes muy diversas sobre qué actitud tener hacia la educación sobre los abusos y cómo prevenirlos. Esto atañe tanto a las iglesias locales como a las diócesis, pero también a las comunidades religiosas. Algunos han introducido medidas integrales de prevención y están capacitando profesional y regularmente a sus trabajadores. No obstante, también hay (principalmente) una resistencia pasiva, lo que es comprensible, ya que es desagradable y difícil de admitir el fracaso de los hermanos y hermanas que han destruido la vida de aquellos pequeños, para quien Jesús es tan importante, o que han encubierto el abuso. Cada vez que vayan apareciendo en los próximos años más informes (pues todavía quedan más en todo el mundo), veremos testimonios terribles del abandono del deber esencial sobre el cuidado, pero también serán signos conmovedores de un resurgimiento, pues solo donde se aprieta para sacar el pus, ahí es donde puede comenzar el proceso de sanación. Lamentar de forma sincera, confesar de modo honesto lo que se ha hecho mal, y esforzarse por mejorar con la confianza puesta en Dios, es una tarea fundamental para todos los cristianos en el momento actual, pero especialmente para la vida consagrada