En la Iglesia Católica, con sus numerosas instituciones por todo el mundo, hay imágenes muy diversas sobre qué actitud tener hacia la educación sobre los abusos y cómo prevenirlos. Esto atañe tanto a las iglesias locales como a las diócesis, pero también a las comunidades religiosas. Algunos han introducido medidas integrales de prevención y están capacitando profesional y regularmente a sus trabajadores. No obstante, también hay (principalmente) una resistencia pasiva, lo que es comprensible, ya que es desagradable y difícil de admitir el fracaso de los hermanos y hermanas que han destruido la vida de aquellos pequeños, para quien Jesús es tan importante, o que han encubierto el abuso. Cada vez que vayan apareciendo en los próximos años más informes (pues todavía quedan más en todo el mundo), veremos testimonios terribles del abandono del deber esencial sobre el cuidado, pero también serán signos conmovedores de un resurgimiento, pues solo donde se aprieta para sacar el pus, ahí es donde puede comenzar el proceso de sanación. Lamentar de forma sincera, confesar de modo honesto lo que se ha hecho mal, y esforzarse por mejorar con la confianza puesta en Dios, es una tarea fundamental para todos los cristianos en el momento actual, pero especialmente para la vida consagrada