(Almudena Vilariño). Desde la pobreza escribo estas líneas. Sí, desde la pobreza… Quizá desde el espíritu cansado ante una realidad obstinadamente violenta e indiferente.
Pero, ¿es que ha perdido fuste nuestra capacidad de entrega, de intercesión? Hablamos de actitud profética, pero la profecía hunde sus raíces en la escucha de la Palabra de Dios y en la intercesión por el pueblo. ¡Esto es lo que hace eficaz nuestra entrega, signo del Reino!
Contemplo el icono de la Presentación del Niño en el templo. Es el Misterio que celebramos el Día de la Vida Consagrada. Y… me fijo en los dos humildes pichones… la ofrenda de los pobres. Con ellos rescataron para el mundo la Virgen y san José al Primogénito. Quizá a nosotros no se nos pida más que ser como esos dos pichones, entregados enteramente al Señor en ofrenda de por vida, para que Dios se siga haciendo presente a tantos hombres y mujeres en lo sencillo y oculto de su Nazaret de cada día. Para que muchos “Simeones”, buscadores incansables, encuentren por fin en los brazos de María la Luz para sus corazones, el Deseado de las naciones.
“Suscipe… Recíbeme, o acógeme, Señor, según tu Palabra -cantamos los monjes y monjas que seguimos la Regla de san Benito el día de nuestra Profesión monástica- y viviré, que no quede frustrada mi esperanza”.
Es el Señor quien nos marca el cómo, el cuándo y el dónde, pero desde el Tú a tú, desde la suave brisa, desde una simple ofrenda de los pobres. Dios siempre nos acoge, nos acepta y nos ofrece como don al mundo. Pero el Niño de libertad plena, porque se dona plenamente, también nos dice: Suscipe, recíbeme, acógeme, según Mi Palabra y vivirás.
Si desde la pobreza iniciaba esta lectio no quiero concluirla sin la esperanza. Es esta la virtud de los pobres, de los que no poseyendo nada se abren a la Palabra, de los que no temen tomar su cayado y lanzarse a la peregrinación a que Dios los llama.
Yo quisiera tras este Año de la Vida Consagrada dejarme rescatar por el Señor, caminar mi jornada. No sé de qué se valdrá pero, a lo mejor, ¿quién sabe? dos pichones bien le podrán ayudar, aunque no “valgan nada”.