jueves, 25 abril, 2024

DIOS SE LO PAGUE

(Dolores Aleixandre). Lo decíamos de manera casi mecánica en el noviciado a propósito de cualquier cosa y con el paso del tiempo llegó a convertirse en una frase “de plástico” que desapareció de nuestro lenguaje. Supongo que la fórmula quería expresar en su origen que quien la pronunciaba, reconocía su condición de insolvente a la hora de pagar sus deudas de agradecimiento y la necesidad de que fuera Dios mismo el encargado de cancelarlas.

¿Qué tendría que quedarnos de esa frase ya obsoleta? Pienso que el hábito sagrado de una gratitud que va de dentro a fuera, la determinación de hacer memoria frecuente de que nada se nos debe, el sano y obstinado aferramiento  a la costumbre de expresarlo de mil maneras. El cultivo de ese natural del que habla Teresa de Jesús con su expresividad incomparable: “Bien veo que no es perfección en mí esto que tengo de ser agradecida; debe ser natural, que con una sardina que me den me sobornarán” (Carta 264, a la M. María de San José).

El paso de los años corre a favor del agradecimiento y lo sugiere el novelista Morris West en su autobiografía: “Llegada cierta edad, nuestra vida se simplifica y en nuestro vocabulario espiritual solo necesitamos quedarnos con tres palabras: ¡Gracias!, ¡Gracias! ¡Gracias!”. Uno de los sinónimos del verbo agradecer es re-conocer,  volver a conocer de una manera nueva. Tener detrás mucha historia de años vividos es una ocasión para darnos cuenta de que todo en nuestra historia ha sido don y gracia, como también lo han sido las energías que nos han hecho trabajar y esforzarnos y conseguir metas pequeñas o grandes. Re-conocer es identificar a Aquel que está en el origen de esos dones: «Es el Señor», dijo Juan al ver la red llena de peces después de una noche de trabajo estéril: la abundancia y la esplendidez se habían convertido en signo del desconocido que les aguardaba en la orilla y que no podía ser más que Jesús (Jn 21). Recorrer nuestro pasado como una historia sucesiva de atracción y “tirones” por parte de Dios y de consentimientos o resistencias por parte nuestra. Abrirnos a la posibilidad de que nuestra vida llegue a transparentar el don recibido y, al agradecerlo, permitir al Donante seguir dando aún. Y hacer nuestro este poema de A. Núñez, sj:

Cuando te encuentre

nunca podré cubrir con mi

agradecimiento

el vasto abismo

que llenaste con tu

misericordia.

 

 

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