DETRÁS DE LAS PALABRAS (FRATELLI TUTTI)

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Fratelli tutti es el título de la Encíclica, y es también el mensaje: “Hermanos todos”, una fraternidad que reclama ser universal porque reconoce la dignidad de cada persona, un amor que reclama ser amor abierto a todos.

Detrás de las palabras de la Encíclica se reconoce el alma de Francisco de Asís, hermano del sol, de la luna y las estrellas, hermano del viento, del agua, del fuego, hermano de la madre tierra, hermano también de la muerte corporal, hermano que, en comunión con todas las criaturas, alaba al que es “Altísimo, omnipotente, buen Señor”.

El corazón intuye que solo en un mundo de hermanos habrá posibilidad de salvación para las criaturas todas.

Detrás de las palabras de la Encíclica reconoces a Cristo Jesús, reconoces al samaritano divino que, “no hizo alarde de su condición”, sino que, apartándose de su camino, bajando hasta lo hondo, hasta los últimos, se acercó al hombre malherido y abandonado, y, “tratándolo con misericordia”, lo hizo tan prójimo suyo que lo cuidó como si fuese él mismo.

En mi habitación conventual hay un cuadro que representa al buen samaritano y, a lomos de un borrico, a un hombre herido. En la parte superior se lee: Misericordiosos como el Padre. Ese samaritano misericordioso, que es imagen de Cristo, es también imagen de la Iglesia, cuerpo de Cristo, cuerpo de la misericordia divina, samaritana compasiva ella también, que mira por los ojos de Dios a la humanidad entera, que se hace cargo de los heridos que encuentra en su camino, del mismo modo que Cristo se hizo cargo de ella, del mismo modo que Cristo se hizo cargo de cada uno de nosotros.

Detrás de cada palabra de la Encíclica se reconoce el mandato de Jesús, que dice a la Iglesia: “Tienes que ir y hacer lo mismo”. En ese «ir y hacer lo mismo» se resalta el valor absoluto del mandamiento del amor al prójimo, a los medio muertos que, con solo amarlos, hacemos prójimos nuestros.

Detrás de cada palabra, en ese grito del alma que añora un mundo de hermanos, está el Reino de Dios, el sueño de Dios, lo que el amor de Dios va buscando desde que la creación inició su andadura. Detrás de cada palabra está un mundo de hijos de Dios, que aman como Dios ama, y no se conforman con menos que ser como Dios.