DESPERTAR O SEGUIR DURMIENDO, ESA ES LA CUESTIÓN

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327168_2028551309238_1544239410_oTal vez nos suceda algo parecido a Psique que permanece en un sueño profundo del que no podrá despertar hasta que no reciba un beso auténtico. Quizá necesitemos despertar de ese letargo pesado que nos impide amar. Abrir los ojos y contemplar la belleza que hay en darse o construir unas relaciones donde el centro esté sostenido por el amor que nos ofrece Jesús de Nazaret. Abrazar por encima de los miedos, prejuicios, cálculos o componendas. Psique despertó con el beso de Eros —hijo de Afrodita— que cayó rendido ante su belleza y le dio un beso de amor… del verdadero.

Dejando a un lado la mitología, podemos estar en esa terrible indecisión. ¿Hasta dónde creer que es posible otra vida con otro estilo? ¿Hasta dónde convertir la solidaridad —verdadero amor— en modo de vida? ¿Hasta dónde cambiar?

No carecemos de palabras, incluso buenas. Sabemos conjugar el verbo amar, pero no es tan seguro que sepamos vivirlo. Nos tranquilizamos hablando de cómo sería, sin a penas asomarnos a cómo es, no sea que nos cambie la vida.

Hay un tiempo paciente que Dios nos concede a todos. Está esperando. Celebra cuando damos chispazos de amor con el sabio secreto de que debe convertirse en energía continua. Gustamos algo de lo que significa ser cristiano, pero es difícil encontrarte con vidas de discípulos que, en todo, quieran vivir y ser como Jesús.

Formamos parte de ese núcleo de ciudadanos correcto y calculador, que ni provoca estridencias, ni crea desasosiego. Armonizamos, con maestría, el lenguaje de la gratuidad y del reino, con el consumo y el confort. Dentro, eso sí, nace la insatisfacción de vivir a medias, compartir a medias o creer a medias.

El camino del reino no es fácil, es tortuoso. Por él van circulando las vidas. Son, como dicta el antiguo proverbio, «carretas de todo tipo». Algunas parecen solemnes y ruidosas, otras a penas hacen ruido. Las primeras están vacías, no llevan nada, ni a nadie. Ensimismadas en sus cosas, discurren anunciando lo que hacen. Los cristianos, por el contrario, estamos llamados a un discurrir silencioso y solidario. Lleno de vida y de vidas. Parece más arduo, pero está lleno de gozo… Pero solo lo descubren quienes están dispuestos a despertar del sueño de la comodidad.