Desde tu pobreza a Cristo

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El de Adviento es un tiempo litúrgico de preparación para la Navidad, pero de Adviento es todo el tiempo de la Iglesia, cada día en la vida de los fieles, pues vivimos esperando a Cristo, deseando a Cristo, amando a Cristo.

No me preguntes cuántos fieles hubo hoy en la celebración eucarística. Pregunta cuánto amor, cuánto deseo, cuánta esperanza había en el corazón de cada uno, y sabrás si hubo hoy un verdadero Adviento en nuestra comunidad.

Ya sé que, desde lo hondo de tu intimidad, desde la verdad de tu vida, puedes estar pensando: es que yo no amo a Cristo, yo no deseo su venida, yo no espero ninguna navidad.

No tengas miedo. Has de acercarte a ti mismo antes de que puedas ver que tu Salvador se acerca a Ti. Has de acercarte a tu pobreza, a tu oscuridad, a tu necesidad, a tu noche, a tus pecados… Si no busca a Cristo el amor de tu corazón, que lo busque tu indigencia; que es el Señor amigo de indigentes, y por ellos vino a la pobreza, a la oscuridad, a la necesidad, a la noche, al pecado, pues Dios, “enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne”, condenó tu pecado en su carne.

Que anhele tu deseo lo que necesitas, que espere todo tu ser lo que deseas, que aprenda tu corazón a amar lo que esperas. Sube desde tu necesidad a Cristo, y Cristo vendrá a ti para ser tuyo.

Vendrá y lo reconocerás, lo amarás, lo cuidarás: escucharás su palabra, recibirás su Espíritu, comulgarás su cuerpo, lo verás en la comunidad, lo abrazarás en los pobres, y recordarás siempre con gratitud que fue tu pobreza la que te abrió la puerta de la fe para que le deseases, le esperases, le amases.

Feliz tiempo de Adviento. Feliz encuentro con Cristo.