Sé que estos tiempos de revolución ya pasaron y que, quizás, sea mejor así. Sé que la sociedad (en su mayor parte) decidió hace tiempo que lo más cómodo, lo perversamente más útil, es ir a lo mío y no meterme en problemas. Que cada uno se defienda como pueda.
Sé que en la Iglesia corren tiempos acomodaticios (en una buena parte de esta Madre amada), que lo mejor es hacer eventos multitudinarios y contar y recontar a los asistentes, demostraciones de fuerza por número y toma de las calles con cánticos (que no me parece mal hasta cierto punto)
Pero están llegando tiempos, ya son llegados, en que bajo la omnipotente palabra CRISIS se da carta blanca al poder económico-político (quién lo pudiera distinguir) para recortar derechos básicos.
No lo digo sólo por el gobierno actual (el anterior hizo lo mismo). Recortes en ayuda exterior y sanidad son asuntos graves (con el anterior y el actual). ERES de limpieza en empresas son inmorales e injustos. Trabajos más que basura. Emigración, que es tristeza de una obligación que creíamos olvidada en la noche de los tiempos cercanos (con la maleta de cartón), hoy con la Samsonite.
Sé que es decir por decir, escribir por escribir, pero mantengo la esperanza en el Dios de la comunidad que atribuye a María las palabras del Magnificat, que a su vez, son de Ana y de toda una tradición bíblica que entendió a Dios como Aquel que pone el mundo al revés en clave de justicia misericordiosa.
Pues que este Dios antiquísimo nos dé la fecundidad generosa para nuestros vientres secos y estériles. Que podamos gestar, en pequeñito, en lo cercano, esos hijos del Reino que crean que la CRISIS no es un organismo inalterable que puede hacer lo que le venga en gana con los derechos que tantos siglos de gestación necesitaron. Que los pobres no queden siempre indefensos. Amen