(Teresa Comba). Octubre, mes en el que la naturaleza comienza su viaje hacia el interior. Los árboles dejan caer sus hojas sin vida, la temperatura va descendiendo y comienzan las lluvias, generando un ambiente propicio para el silencio, el retorno al cálido hogar, la contemplación del crepitar del fuego en la chimenea, los paseos por el bosque, el recoger castañas… Ocasión para el recogimiento creativo.
Tiempo propicio para adentrarnos, para permitirnos disfrutar de la soledad. Cuando tenía 91 años, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, contestó a un periodista a la primera pregunta que le formuló, mostrándole la merienda que había preparado en su casa: «por favor, come un poco… Necesito tiempo para pensar». Esperó un rato y pronunció un discurso de más de quince minutos, lleno de citas, razonamientos bien elaborados, próximo a una lección magistral. Cuando rápidamente hacemos, sin parar, sin dejarnos estar, sin conectar con el interior, fácilmente podemos ofrecer respuestas automáticas, esperables, casi nunca nuevas. En este momento en nuestra vida religiosa puede que, ante nuevas realidades, estemos intentando meter la llave en la cerradura de siempre y no podamos abrir. Sin embargo, si nos alejamos un poquito de la entrada, si cedemos ante la urgencia de dar una respuesta ya, de tenerlo todo controlado, si nos permitirnos probar y evaluar, quizás podamos contemplar la puerta y encontrar a su lado otra cerradura, en la cual encaje nuestra llave.
El dominico Fra Angelico, ya en el siglo XV, en Florencia se arriesgó a vivir una soledad creativa, apartándose a menudo hacia el silencio y la oración. Le ofrecieron el obispado de Florencia, al cual renunció porque deseaba seguir pintando escenas religiosas. En un momento de transición y de cambios, fue capaz de hacer cosas que nadie había intentado hasta el momento: Para él la pintura era ocasión para inspirar en otros el deseo de buscar a Dios, de contemplar. Pintó una Anunciación por primera vez en un formato cuadrado y, a diferencia de los artistas de su tiempo, que lo hacían de una sola vez, sin rectificar, puesto que entendían que era por inspiración divina y no se podía cambiar, él, según los análisis que han realizado los expertos (se ve en la Anunciación, por ejemplo), pintó varios motivos diferentes en el jardín de la misma y luego los borró, y finalmente dejó a Adán y a Eva, en un bello jardín. Probar y evaluar…Atreverse, arriesgar… ¿Quizás la inspiración divina se realice a través de nuestra humanidad, para escuchando al Espíritu, amar el tiempo de los intentos, osar equivocarnos y volver a empezar…?
