DEJARSE HUMANIZAR

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(Teresa Comba). Diciembre, caminamos hacia una gran fiesta: la Navidad. En-carnación, un Dios que, por amor, se hace hombre, que se introduce en nuestra carne, en lo humano. No ex -carnación, no un Dios que lo evita o se mantiene a distancia, protegido y pulcramente inmaterial.

Hace ya unos años, acompañé en una recaída a Javi. Mientras estaba en el piso de acogida, estuve tranquila. Cuando abandonó, me mantuve próxima, pero algo intranquila. Fue un tiempo intenso. Necesitaba ingresar en un programa terapéutico, pero no había plazas, así que no podía cambiar de vida. Procuré estar cerca. Le acompañaba a hacer gestiones para su reingreso. Recuerdo una tarde en la cual, a pesar del deterioro que produce la droga, lo miré despacio y constaté que era un chico bastante atractivo. Yo era muy joven. Lo cierto es que me hice la reflexión de que ciertamente tenía un gran encanto y belleza, pero en aquella situación, no me podía quedar ahí, tenía que dejar eso en un segundo plano y resultarle útil para salir adelante y poder dejar las drogas. Además, intuía que Dios le había colocado en mi vida para algo. Recuerdo que la religiosa que me acompañaba, me ayudó mucho a vivir aquella etapa, de un modo consciente, lúcido, sin culpabilidad, pero sin trivialidad. Me hizo descubrir que es diferente tener sentimientos y emociones, que dejarse llevar por ellos.

Aprendí a mirar a Javi sin sentirme culpable. Fui practicando el no huir de las personas que me resultaran atractivas o interesantes, e ir descubriendo en esas relaciones qué necesidades podía estar proyectando: de comunicación más personal, de valoración, descanso…Así, podía darles respuesta de otros modos, y des-idealizaba al otro, pudiéndome relacionar con normalidad, cercanía y libertad. También me ayudaba el sentir Quién me hacía feliz, cuál era mi centro y mi vocación. Fui, de esta manera, ejercitándome en vincularme con el “tú” del ser humano, no con la superficie, el “ello”, en palabras de Martin Buber. Y descubrí en los evangelios a un Jesús libre de miedos, amoroso y auténtico, tocando el fondo de las personas, acercándose a su necesitado, solitario o frágil corazón, no a su envoltorio, más o menos bello o feo.

En navidad contemplamos el modo original de amarnos de Dios: dejarse amar. ¿Será posible dejarnos amar por Dios, a quien no vemos, sin dejarnos amar por el otro a quien sí vemos? La mirada cariñosa del otro hace despertar en nosotros la confianza, la vitalidad y las ganas de entrega, convirtiéndose en sacramento de la mirada divina. Dejémonos humanizar por este Dios, que se dejó mecer, abandonado en brazos de María. ¡Feliz Natividad!