En esta nueva sección presentaremos a lo largo de 2025 diez herramientas que pueden ser útiles para dinamizar la vida comunitaria. El autor, misionero claretiano en Zimbabue, une su formación española con su experiencia misionera africana. Abre la serie con una herramienta que, a primera vista, no parece tal, pero que es imprescindible para que la comunidad funcione: el reconocimiento agradecido de los hermanos o hermanas que Dios nos regala como dones, no como cargas que hay que soportar a regañadientes.
Manuel Ogalla, CMF
Misionero Claretiano Harare, Zimbabue)
La exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata nos recordaba con ahínco evangélico y densidad teológica que la vida religiosa, en todas sus manifestaciones históricas, es para la Iglesia y el mundo un verdadero signo de fraternidad (signum fraternitatis). La vida religiosa está llamada a ser fermento de comunión, especialmente en medio de una sociedad castigada por el flagelo de la división y herida por la mordedura del individualismo. Esta invitación radical y valiente se visibiliza en la comunidad religiosa. De manera que nuestro estilo de vida en comunidad se convierte en un acicate profético que abre caminos nuevos de reconciliación y en lugar de encuentro donde se vive y se transmite el misterio de la proximidad.
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