DE LA PALABRA A LA FE Y AL SENTIMIENTO

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1932

(Josefina Castillo).Hoy, al terminar la oración y viendo las mociones que había despertado en mí, me dije: ¿Por qué no siento nada si he puesto todo de mi parte para escuchar y estar este rato con el Maestro? ¿Por qué la Palabra despierta en mi mente mil imágenes de Jesús que me llaman a su segui- miento, pero no bajan a mi corazón? ¿Será que busco más la consolación de Dios que a Dios? En ciertos momentos quisiéramos sentir en la oración, compadecernos, solidarizarnos con el dolor de los cristos de hoy o gozar con el éxito del hermano y nos quedamos inertes, con el corazón de piedra. Qué fácil es hablar de la fe y qué difícil asumir que no siempre sentimos lo que creemos, pero vamos a intentar aclararlo, relacionando la fe con la Palabra que se hace vida en Jesús.

El icono que puede ayudarnos es María en la anunciación y visita a su prima Isabel. El Padre envía una propuesta a esa mujer sencilla, transparente y abierta a la escucha de la Torá. Ella reacciona con sentimientos de miedo, incertidumbre, duda y creo que un poco de inseguridad al no saber cómo se llevaría a cabo este misterio y cómo reaccionaría José. Pero su fe, más grande que un granito de mostaza, no se queda en las profecías de Isaías, ni en sus miedos, sino que asume con todas sus consecuencias la Palabra y pronuncia el Fiat, que da entrada a la encarnación del Verbo. Ahora Ella, habitada por el Espíritu, se siente fuerte y llena de gozo por ser la portadora del Salvador. Es la Palabra que despierta en Ella el sentimiento de acompañar y servir y la pone “en salida”. La fe se vive.

El encuentro con Isabel está lleno de fe en la Palabra, hay alegría y convicción de que se estaba obrando la salvación de la humanidad, según la promesa hecha a nuestros padres. En el seno de las dos mujeres se gesta la vida y son invitación a escuchar, asumir y proclamar el amor del Padre que nos entrega como prenda a su Hijo. La fe en la Palabra no es solo sentimiento, es respuesta agradecida y ejecutada, como lo hizo María. Si nos acompañan los sentimientos de alegría y paz, tanto mejor. Pero no sentir no es razón para no creer. La fe es mayor que el sentimiento. La fe está en la respuesta a la Palabra.