DE DESPEDIDAS Y DISPOSICIONES

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MariolaLa otra tarde quedamos para despedir el curso el grupo de religiosos y religiosas amigos en casa de uno de nosotros. Celebramos una eucaristía reposada (siempre nos ayuda hacer memoria juntos de Aquel por el que nos hemos encontrado) y después solemos cenar con lo que llevamos entre todos, pero esta vez salimos a tomar unas tapas para despedir a los que tienen nuevos destinos y van a dejar la ciudad. Esa es nuestra manera de hacer el camino: estamos unos años en un lugar, establecemos vínculos, intentamos tejer nuestra vida con amorosa intensidad allí donde estamos, damos y recibimos mucho… y un día, tenemos que volver a recoger nuestras cosas y a emprender una nueva travesía detrás de Otro, con más nombres y rostros en el corazón. Recorriendo los años compartidos, valorábamos lo que ha supuesto para cada uno esta “amistad intercongregacional”, el gestar espacios gratuitos donde nos hemos acompañado y sostenido con calidez: el interés mutuo, la confianza que ha ido creciendo, las preocupaciones y las risas… y ese cariño desgranado en pequeños gestos que nos abren a una perspectiva positiva de las cosas y de los acontecimientos. Allí donde cada uno vaya deseamos que siga tejiendo lazos y buscando compañeros y compañeras de viaje, porque sabemos cómo se embellece el paisaje cuando podemos contemplarlo amablemente con otros.

En este tiempo he aprendido que el amor no hay que darlo por supuesto, que es una elección que necesitamos hacer cada día, y tejer en lo concreto, allí donde estamos y allá donde vamos: “quiero querer a las personas con las que me toca vivir” (y, en medio de nuestras torpezas, no dejar una y otra vez de intentarlo). Una compañera me contaba estos días la historia de Doña Rosita, con una vida entrada en años tenía que aceptar ir a una residencia; le costaba mucho pero era lo que tocaba. Nada más entrar al edificio, aún sin verlo, iba valorando y agradeciendo todo lo que veía y, cuando está delante de la puerta cerrada de la que iba a ser su habitación, ella dice: “que vistas tan bonitas se ven desde la ventana”. Sorprendido el celador le pregunta: “¿Es que usted ya ha estado aquí?, ¿conoce su cuarto? Y ella dice: “no, pero quiero que me guste”… Una disposición favorable es mucho. Después del verano para algunos vendrá un tiempo de cambios, sea lo que sea que nos toque vivir, es bueno desear que nos guste.