Dar plenitud

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Jesús no viene a abolir la Ley y los profetas, viene a dar plenitud. Plenitud que no quiere decir rigorismo o moralina dispuesta a hacer añicos a los demás. Plenitud de la Ley que es el amor y de la profecía que es Él mismo.

Para Jesús, En ese ir más allá de lo que está escrito, de la normativa vigente (aunque estas normas digamos que proceden del mismo Dios) se encuentra siempre el ser humano, sobretodo los más frágiles. Porque Jesús sabe que esta protección legal-religiosa era muchas veces parapeto para abandonos, juicios, querellas, engaños. La formalidad legal era (y es) la que permitía esquivar a quien debería ser su objeto último: el ser humano.

Por todo ello estas palabras casi increíbles, escandalosas, nos recuerdan otra vez lo esencial: que la mayor gloria de Dios es que el ser humano viva. Y viva en esa plenitud de la ley del amor, en el proteccionismo generoso y desmedido de un amor extendido y profundo.

Que esta plenitud de la ley en el amor no nos lleve a más normativas frías y calculadoras.

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