DAR GRACIAS EN UN MUNDO DE DERECHOS

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En este mundo todos nos creemos con derechos: derecho al trabajo, a una buena vivienda, a ganar un sueldo justo, derecho sobre mi cuerpo y derecho al asilo. Esta mentalidad del “derecho” nos impide ver la realidad. Y la realidad es que todo lo que tenemos es gratis. San Pablo se preguntaba: “¿qué tienes que no hayas recibido?” Y seguía preguntando: “y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?” (1 Cor 4,7). Bien pensado, todo lo que tenemos es un don, empezando por el don fundamental de la vida. La vida no nos la hemos ganado, no la hemos conseguido con nuestras fuerzas o nuestro trabajo, nos la hemos encontrado. O sea, alguien nos la ha regalado. Para los creyentes, la vida es un regalo de Dios. Para los no creyentes, la vida es un regalo de la naturaleza. Aceptado el regalo de la vida, podemos afirmar que todo lo que ella comporta es también un regalo. De ahí que la buena actitud ante la vida regalada es la acción de gracias.

Dar gracias implica dos cosas: una, reconocer mi verdad de persona limitada, que tiene muchas necesidades y carencias que no puede resolver con sus propios medios. Esa es mi verdad. Precisamente porque no puedo resolver con mis fuerzas muchas de mis necesidades, busco quién pueda ayudarme. Si encuentro esa ayuda, lo lógico es reconocer que lo que tengo, lo tengo gracias a otros; y por tanto, lo correcto es darle las gracias, tener un gesto hacia esa persona que me ha ayudado. Dar gracias es reconocer mis limitaciones y reconocer la bondad del que me ayuda a superarlas.

Toda vida humana debería estar marcada por la gratitud. Por su parte, la vida cristiana, debería convertirse es una “eucaristía”, o sea, en una acción de gracias. Porque el cristiano reconoce que todos los bienes tienen su fuente última en Dios, que nos los hace llegar a través de la naturaleza o a través de los hermanos, o a través de nuestra propia inteligencia, que es, como todo lo que tenemos, regalo de Dios. Si vivimos agradecidos, si nuestra vida es una acción de gracias, entonces será también una vida humilde. Humilde no es humillado. Humilde es el que es consciente de su verdad. Y al ser consciente de su verdad, tiene su vida bien orientada.