Dar gracias implica dos cosas: una, reconocer mi verdad de persona limitada, que tiene muchas necesidades y carencias que no puede resolver con sus propios medios. Esa es mi verdad. Precisamente porque no puedo resolver con mis fuerzas muchas de mis necesidades, busco quién pueda ayudarme. Si encuentro esa ayuda, lo lógico es reconocer que lo que tengo, lo tengo gracias a otros; y por tanto, lo correcto es darle las gracias, tener un gesto hacia esa persona que me ha ayudado. Dar gracias es reconocer mis limitaciones y reconocer la bondad del que me ayuda a superarlas.
Toda vida humana debería estar marcada por la gratitud. Por su parte, la vida cristiana, debería convertirse es una “eucaristía”, o sea, en una acción de gracias. Porque el cristiano reconoce que todos los bienes tienen su fuente última en Dios, que nos los hace llegar a través de la naturaleza o a través de los hermanos, o a través de nuestra propia inteligencia, que es, como todo lo que tenemos, regalo de Dios. Si vivimos agradecidos, si nuestra vida es una acción de gracias, entonces será también una vida humilde. Humilde no es humillado. Humilde es el que es consciente de su verdad. Y al ser consciente de su verdad, tiene su vida bien orientada.