#CUÉNTALO

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2013

(EMILI TURÚ). Una periodista española publicó el pasado mes de abril el relato de la agresión sexual que había sufrido cuando tenía trece años, como reacción a una polémica sentencia a cinco hombres que habían violado a una joven de 18 años. Inmediatamente se desencadenó una cadena de valientes y conmovedores testimonios de miles de mujeres de todo el mundo, usando el hashtag #Cuéntalo, que llegó a convertirse en “trending topic” a nivel mundial.

En medio de esta oleada de indignación masiva, la comunidad de Carmelitas descalzas de Hondarribia publicó en su cuenta de Facebook un mensaje corto en el que dicen que están comprometidas en la defensa de los derechos de todas las mujeres a actuar libremente, “sin que sean juzgadas, violadas, amedrentadas, asesinadas o humilladas por ello”. Y termina el texto con un mensaje de solidaridad con la víctima de la violación, diciéndole: “hermana, yo sí te creo”. El mensaje se hizo viral a las pocas horas, y por él se interesaron y lo difundieron medios de comunicación de varios países.

Los comentarios que aparecen en Facebook, provenientes tanto de personas creyentes como no, son mayoritariamente elogiosos, agradeciendo la toma de posición y diciendo cosas como: “en esa Iglesia sí creo”. ¿Qué nos dice el hecho de que haya causado tanto revuelo un sencillo mensaje de 99 palabras?

En primer lugar, parece que pocas personas se esperaban una toma de posición tan clara por parte de una comunidad religiosa, y por eso tanta sorpresa: ¿pudiera ser que estemos demasiado lejos y demasiado callados, de manera habitual, ante situaciones de sufrimiento e injusticia? Por otra parte, creo que mucha gente, que se acostumbró a ver a la Iglesia como a la institución del “no”, quedó descolocada ante un lenguaje como el de las carmelitas, que describe sin juzgar; que no es arrogante, sino humilde; que no condena, sino que muestra profunda compasión y empatía; que se solidariza y compromete con la defensa de los derechos de las mujeres. Varias personas reconocen que se emocionaron e incluso lloraron al leer el mensaje. Y una de ellas afirma: “No me sorprende en absoluto que la reconciliación de la Iglesia con una gran parte de la sociedad la inicien mujeres…”

Pudiera ser que algunas personas hayan criticado a las carmelitas o incluso las hayan acusado de “oportunistas”. A mí me parece que, con toda sencillez, han escuchado al Espíritu que habla a través de los signos de los tiempos, y han dado su pequeña aportación evangélica.

Nos han recordado a todos que frecuentemente pecamos más por exceso de prudencia que de audacia. Y que la construcción del Reino debe hacerse con todas las personas de buena voluntad, creyentes o no creyentes, participando en “esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación” (EG 87).