Cuarto domingo.
Ya se nos van acabando los domingos de Adviento y tengo la sensación de no aprovecharlos como debiera
Me dijo alguien ayer.
Y yo le contesté que no es cuestión de aprovechamiento (siempre intentando sacar algo en limpio), sino de dejarse llevar. Con lo que tenemos y con lo que somos. Con nuestro pecado y con su gracia. Sobre todo con su gracia.
Lleguemos como lleguemos no depende de nosotros que la Navidad exista. La Navidad existe igual, otra cosa es que la percibamos. Pero se puede percibir también en la sequedad, en el desánimo, en la soledad…
Es cuestión de saber recibir, no de saber dar. Estamos tan equivocados. La encarnación es el mayor regalo de Dios, sin esperar nada a cambio, para poder vivir no sólo de oídas, sino desde dentro, lo que somos, todo lo que somos los seres humanos.
Estamos tan equivocados…
Toda la vida viendo películas navideñas de «conversiones» inesperadas y a última hora; toda la vida intentando «mejorar» en Navidad, el «ponga un pobre en su vida», el propósito para el año q
Sigo con lo de antes, que le he dado sin querer a la tecla…
…que viene.
Siempre queriendo hacer y no disfrutando del recibir, del don gratuito, de la asombrosa Encarnación (¡todo un Dios se hace sólo un hombre!). No nos damos cuenta de que Él viene de todas formas, aunque seamos sólo hombres.
No sé si, por tanto, se da o se debe dar el paso del agradecimiento al amor entregado a los demás. Quizás sólo estemos pagando o intentando devolver lo que nos es dado gratuitamente (siempre con negocios).
Quizás ese sentimiento de tranquilidad, de secreta alegría o de cada vez más sentido de vida esté en el camino de lo sencillo o de lo apenas audible, pero que existió a pesar de nosotros, a pesar de que nunca nos creamos que fue y que es porque sí, porque Él lo quiso