CUANTO MÁS PREPARADOS, MEJOR ACTÚA DIOS

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En el mundo moderno la competencia es imprescindible para desarrollar cualquier tarea, oficio, profesión. A todo el que busca un trabajo le piden un currículo, una titulación, unos papeles que manifiesten su capacidad para desarrollar este trabajo. Los maestros y profesores son muy conscientes de ello. Cualquier asignatura, cualquier trabajo académico requiere su propia especialidad. Más aún, en el terreno de la docencia más que en cualquier otro, no basta tener la titulación adecuada. A todos nos piden y exigen cursos de perfeccionamiento y de actualización para poder seguir impartiendo la materia, so pena de que otros con igual titulación, pero más preparados o más dinámicos, ocupen nuestro puesto.

Si la preparación y la puesta al día es necesaria para desarrollar cualquier tarea do­cente, mucho más lo es en el terreno de la pastoral y de las clases de religión. Y no sólo porque las tareas pastorales y la docencia de la religión son manifestaciones de la identidad de nuestros Centros, no sólo porque en estos terrenos estamos tocando lo que supuestamente nos parece más importante y decisivo para la vida propia y la vida de los demás. La razón fundamental de la necesidad de una buena formación es la ley de la encarnación: Dios se puso a merced de un acontecimiento humano, asumió el riesgo de lo humano. La ley de la encarnación, aplicada a nuestra tarea pastoral, suena así: cuanto más preparados estamos, mejor actúa Dios; y cuando no estamos preparados obstaculizamos y hasta impedimos la acción divina. Dios nunca actúa directamente, actúa a través nuestro, a través de causas segundas, dicen los teólogos.

Si Dios actúa a través de lo humano, cuanto mayor sea la calidad de lo humano, cuanto más preparados estemos, mejor se transparentará la obra divina. La calidad del instrumento, en este caso nuestra preparación, condiciona la transmisión y la recepción. A veces oigo decir a algunos catequistas, más voluntariosos que preparados: “el Espíritu Santo me ayudará y me inspirará lo que tengo que decir”. Olvidan que la acción del Espíritu se da a través del estudio, de nuestro esfuerzo. Y por tanto, cuando no estamos formados, cuando no nos hemos actualizado, cuando no hemos estudiado bien el tema, el Espíritu “inspira” tonterías, ridiculeces o cosas de poco nivel (dicho sea pidiendo perdón al Espíritu por atribuirle lo que sólo debe atribuirse a nuestra desidia o a nuestra pe­reza).