Con Juan el Bautista todo cambia y todo sigue igual. Cambia porque anuncia una novedad, la Novedad. Y sigue igual porque lo que presenta, la conversión, ya venía dada anteriormente.
La novedad del nuevo bautismo que viene con Jesús es el Espíritu Santo. Y esto lo cambia todo.
El Espíritu Santo es la novedad que hace carne la Novedad. Es quien cambia la sola conversión de un empeño personal y solitario por la transformación que produce el amor.
El Espíritu es quien da vida en plenitud en el Adviento, en la Pascua y en cualquier tiempo. Es el que propicia nacimientos en pesebres o en la Cruz. Quien nos permite nacer de nuevo siempre y cuando nos dejemos.
Por eso Adviento también es Espíritu, sobretodo Espíritu.