El 2021 arranca muy marcado por la Covid-19. Sigue siendo la amenaza de nuestra humanidad por la que tantas personas han dejado la vida. Entre ellas un número notable de consagrados y consagradas. Será sin duda, el hito en el que hemos de reparar: nuevos modos de relación, de comunidad y nuevos frentes de misión que obligan, irremediablemente, a una contextualización de los carismas para ser, en verdad, respuesta a este presente del Espíritu.
Procuraremos estar donde esté la reflexión, la ponderación y la noticia. Intentaremos que las páginas de nuestra publicación no caigan en el sensacionalismo que tanto debilitan la identidad y la misión. Queremos cuidar la vida, para que la presencia de cada persona consagrada, la irradie, comparta y celebre, allí donde está. Por eso, nos comprometemos a que nuestra revista siga siendo una publicación que estimule la comunión, la forme y fortalezca. Lo haga desde los valores que este tiempo está generando, reconociendo con Francisco, una llamada universal a la fraternidad que la vida consagrada de manera decidida debe testimoniar.
Así serán las colaboraciones de los autores y autoras que irán ofreciendo su reflexión en este 2021. Así serán también las colaboraciones fijas que quieren simbolizar, en Vida Religiosa, los núcleos de interés que toda comunidad y persona consagrada tiene en cuenta.
Los retiros del año nuevo los firma Santiago Agrelo. Arzobispo emérito de Tánger y siempre hermano menor franciscano. Su espiritualidad comprometida situándonos en el margen del débil creemos que ayudará a la comunidad que hace retiro a reencontrarse con la verdad… tantas veces pérdida por las rutinas y el inmediatismo que desfiguran la profecía.
Continúa en nuestra publicación Dolores Aleixandre, religiosa del sagrado corazón de Jesús, «hablando en dialecto» justamente para que descubramos que nuestra autorreferencialidad más presente de lo aconsejable, no acaba de dejarnos captar la novedad de la vida que anuncia el Espíritu.
El cardenal Tolentino de Mendonça, provoca con sus escritos de la sección «vivir es así de simple» que nos asomemos a la emoción porque es este el lugar donde se asientan las grandes decisiones y compromisos que transforman. Sus palabras, siempre cercanas a lo concreto, nos transportan, sin embargo, a la presencia transformadora del Espíritu en el corazón del ser humano.
La Iglesia y, en particular, la vida consagrada expresan la firme decisión de acabar con la lacra de los abusos sexuales. Nuestra publicación quiere ser una constante en esta misión de transparencia, conversión y nueva educación. Hans Zollner, jesuita y miembro de La Comisión Pontificia para la protección de menores, continúa desgranando en Vida Religiosa esa misión frente a los abusos. El mejor modo de procurar la verdad es no temerla; la transformación exige decisiones firmes que afectan no solo a la vida que ya conocemos, sino al planteamiento de cara al futuro que proyectamos.
Sin duda la mujer está adquiriendo una dimensión necesaria en la comprensión de la corresponsabilidad y la misión de la Iglesia. La vida consagrada, mayoritariamente femenina, puede ejercer en este siglo un papel singular en el reconocimiento y acompañamiento de esa fecundidad. Daniela Cannavina, secretaria general de la CLAR, Capuchina de la M. Rubatto, va a cuidar ese compromiso y descubrimiento. Ha titulado su sección: «¡Hagamos que suceda!». Porque es indudable que los caminos de transformación necesitan, en este tiempo, pasar de la palabra al gesto comprometido que los desencadenan.
Comienza una nueva sección con nosotros Alberto Ares, jesuita, Investigador Colaborador Asistente del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones, que ha titulado «en camino» porque, con razón, entiende que ese es el lugar de la vida consagrada. Abiertos a la verdad que nos proporciona el camino, no solo encontramos agilidad para transformar las estructuras, sino creatividad para hacer nuestros los lugares que, de momento, son desconocidos para el carisma. Profundamente marcado por los movimientos migratorios, será una invitación constante a desplazarnos allí donde el Espíritu nos necesita.