“CONVENTOS SEGUROS”

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(Dolores Aleixandre). Quiero pensar que a estas alturas no quedará convento, monasterio o casa religiosa en los que no se conozca el informe del Cardenal Braz de Aviz sobre abusos cometidos contra monjas. Atención a la procedencia del informe: no viene de medios hostiles a la Iglesia, ni de periodistas intoxicados por la ideología de género, sino del mismísimo Prefecto de la Congregación para la Vida Consagrada. En relación con los abusadores, solo se me ocurre dedicarles un imperativo de fuerte sonoridad en griego: apokópsontai. Es una barbaridad y no la traduzco, pero Pablo no se cortó un pelo de escribirla en Gal 5,12 y ahí podéis encontrarla.

El informe es estremecedor por las situaciones terribles que se intuyen detrás y me ha hecho imaginar qué sería un “convento seguro”, en la línea de los que hoy están surgiendo: espacios, actividades y relaciones en los que colectivos amenazados puedan “vivir a salvo” (Apego seguro le llaman en el ámbito psicológico, Entorno Seguro en el educativo SJ…).

¿Qué rasgos tendría un “convento seguro” (CS)? Se me ocurren algunos que podrían dar pie a reflexión y diálogo comunitarios:

– En un CS las hermanas han desterrado para siempre el modelo religiosa-eternamente-niña-de-angélica-dulzura-y-dócil-sometimiento porque han descubierto de qué oscuros intereses ha nacido ese esperpento y quiénes se han beneficiado de él.

– En un CS las hermanas han dejado de repetir tópicos tipo “lo propio nuestro es la humildad, la obediencia y la entrega generosa», porque han visto que esos son rasgos del Evangelio para todos, no solo para las mujeres.

– En un CS las hermanas aprenden a relacionarse con los hombres, especialmente con el clero, de una manera cordial y fraterna, sin complejos ni supuestas inferioridades, sin dependencias ni falsas filiaciones, conscientes de las consecuencias que tendría para la evangelización este nuevo modo de tratarse y trabajar al unísono por el Reino.

– En un CS las hermanas sueñan con la utopía de una humanidad de hijos y de hermanos y hermanas que se relacionan, no desde la jerarquía, sino desde la fraternidad.

– En un CS las hermanas que prestan el servicio de autoridad están convencidas de que el sometimiento no es un sucedáneo de la humildad sino su caricatura.

– En un CS las hermanas no se lamentan por estar minusvaloradas en la Iglesia, sino que se preparan, se forman, se deciden a correr riesgos y se apoyan unas a otras.

¿Pensáis que con una comunidad así se hubiera atrevido un abusador? A mí me parece que no…