«CON LA IGLESIA HEMOS DADO, SANCHO»

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jesus webNo pocos hemos lamentado durante mucho tiempo actitudes defensivas y agresivas por parte de la Iglesia, jerarquía incluida o capitana de la campaña, pretendiendo escamotear críticas, veladas o no tanto, por sectores de la sociedad, reflejados en algunos medios de comunicación, en no pocas ocasiones sustentando opiniones ácidas, partidistas, parcializadas, injustas y hasta falsas y mendaces. No nos parecía que “el mejor ataque fuera una buena defensa”, en general porque no eran “buenas defensas”, ni la Iglesia tiene que salir siempre al paso en actitudes defensivas. Digo “siempre”; a veces, sí. Daba la sensación de un resquemor interior, no sé si histórico o puntual; de un resentimiento enquistado ante pérdidas de privilegio; ante credibilidades y asentimientos pretéritos ahora preteridos y despreciados. Se parecía todo un poco a eso del “recurso al pataleo”, a salidas infantiles o adolescentes de niñatos que se quedan sin argumentos y reparten improperios para salir ganando en contiendas poco claras y previamente perdidas. No, nos gustaba esa actitud de la Iglesia -sobremanera de alguna de sus jerarquías- siempre defendiéndose, siempre atacando, siempre tirando de las orejas, siempre corrigiendo, siempre regañanando, siempre con el índice levantado señalando no se sabe muy bien, qué. La Iglesia no es bastión, fortaleza inexpugnable, no tiene vocación de enrocamiento, de estar siempre como gallito peleón sin humildad para aceptar críticas justas, llamadas de atención honestas, diálogos correctos, incluso recordatorios dolorosos de pasados no tan pluscuamperfectos ni siquiera tan “pasados”. Se echaba en falta, se echa en falta, esa Iglesia servidora y humilde, reconocedora de sus mil meteduras de pata, capaz de decir, como en Misa: “mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa”.

Pero también hay otra verdad que es preciso resaltar, que hoy quiero poner en valor: la Iglesia tiene derecho a ocupar un lugar más digno y justo en la sociedad en que vivimos. No es verdad que “con la iglesia hemos dado, Sancho” (Cervantes, en  la 2ª parte, cap.IX de su insuperable “Quijote” habla de “dado”, no de “topado”; y la mayoría de los estudiosos coinciden en que las palabras de Don Miguel no tenían una pretensión anticlerical, al menos en la conocida frase sacada de contexto y manipulada ignorantemente por las grandes mayorías anticlericales). Sí;  es verdad que laIglesia, pese a sus errores, sus corruptelas y silencios cómplices a través de los siglos, ha sido también profundamente fiel al Dios de Jesucristo. Pero esto se dice poco hoy, o nada, en nuestros “medios”. ¿Conocéis buenos periodistas que defiendan públicamente el bienhacer eclesial? ¿con cuántos políticos de solvencia contamos capaces de profesar públicamente su fe cristiana en las santas tertulias televisivas donde se decide el futuro de nuestros pueblos de España? ¿cuántos intelectuales cristianos de prestigio tiene hoy la Iglesia, laicos o clérigos? ¿qué personaje público “con buena prensa” puede ofrecer un mensaje eclesial, evangélico, que tenga categoría, juteza, equidad, verosimilitud, honestidad, “capacidad humanista” desde la fe?

Cáritas está siendo -lo he dicho otras veces- la cara limpia de la Iglesia, pero pocas veces, ¿o ninguna? se nos habla de Cáritas como un movimiento propio de la Iglesia, como la misma Iglesia que se prolonga y se traduce en Cáritas. Al menos se la cita, con mucho respeto, con argumentos de fuerza, cientificidad y categoría, con verosimilitud, con valor adquirido e indiscutible. Cáritas, su gente, sus responsables, merecen un precio impagable porque están lavando el rostro timorato de una Iglesia -jerárquica y no jerárquica- que no ha sabido estar históricamente a la altura del sufrimiento de su pueblo desde que comenzó el monstruo inesperado de la llamada “Crisis” de humanidad que nos asola. Hay que reconocer testimonios, personalidades o individuos aislados, organizaciones, movimientos, campañas, algún tímido documento, alguna irrelevante manifestación  o “marea” sin apellidos claramente cristianos, homilías tímidas evaporadas en la misa del domingo, pero en general, desde la Conferencia de Obispos Españoles, un hondo silencio, una pesada losa de palabras tibias, indecisas, a medio camino, bien medidas para no molestar, burocráticas, ¿políticas?… ¡que nos sobrecogían el alma!

Por eso hoy hay que felicitar a nuestros obispos por su último documento de la 105º Asamblea Plenaria de la CEE, cuando el 24 de abril hacían público en Ávila, en casa de Teresa, sus mejores, esperadas, claras y lastimosamente tardías palabras sobre el sufrimiento genocida de nuestra gente. Sería una pena que este documento no llegara a la gente, que no se distribuya a cada cristiano en las misas del domingo, que no se le haya dado mejor cobertura informática (no he oído nada sobre él en los santos medios ni en los sagrados platós), y que terminara durmiendo -como tantos otros documentos episcopales, algunos muy buenos- en algún vericueto de las redes sociales, o como mucho, en algún cajón de un empolvado escritorio de sacristía. Gracias, hermanos obispos españoles, por ser lo único que os pedimos: heraldos del Evangelio y del Cristo resucitado liberardor de los que peor lo pasan. ¡Que sigáis así! ¡Y comenzará a renacer una Iglesia demasiado tiempo anestesiada… y también ella “en crisis”!