Llevaba tiempo deseando conocer la realidad desde el otro lado, contemplar sus rostros y escuchar sus historias… por eso cuando me escribió una religiosa de Tánger para invitarme a compartir con ellos no lo dudé. Me dijeron que podía ir en avión pero yo quería cruzar el estrecho, atravesar ese mar sagrado. Salí a cubierta para sentir el viento y contemplar esas aguas que albergan miles de vidas humanas y que sólo para unos pocos suponen un abrazo de esperanza. No podía hacer nada más que estar ahí, mirando y bendiciendo en silencio, queriendo honrar esas vidas. Fue como un sacramento.
Religiosas, religiosos, y algunos laicos del norte de Marruecos, pasamos en la casa de las Adoratrices una mañana de retiro. Me han tocado sus vidas entregadas, con tanta gratuidad, en medio de sus hermanos musulmanes. En muchas ocasiones las palabras encendidas del querido obispo Agrelo me habían movido, pero no he tenido la suerte de encontrarlo esta vez, aunque sí de compartir con la comunidad de franciscanos y eclesianas y conocer, entre los rostros de la Iglesia en Tánger, a aquellos que se acercan hasta los montes, en las cercanías de Ceuta, para llevar comida y calor humano a los inmigrantes que aguardan en condiciones inmisericordes una mínima oportunidad.
Las religiosas de Jesús María me acogieron en su casa y pude sumergirme con ellas en la ciudad y en sus proyectos. Me vengo con el gesto entrañado de una pequeña que vive en su hogar de niñas de la calle: Dar Tika (casa de la confianza). Hace un año que llegó y apenas ha cumplido los siete. Ese domingo había ido a visitarla su madre, de nuevo embarazada, una mujer aún joven pero muy gastada por la miseria y el abandono de su pareja. Llevaba con ella a otra hija aún más pequeña, también con los estragos de la pobreza en su pequeño cuerpo. Cuando se iban a despedir vi que la niña del hogar saca de su bolsillo unas moneditas, las cuenta cuidadosamente: cinco dírhams, y se las entrega a su madre sonriendo: son para su hermanita. Sus ojos brillaban. Después me contaron que se las habían dado unos días antes, en una salida que tuvieron, para que se comprara algunas chucherías.
A la noche, al llegar a casa, nos esperaba la buena noticia de que el Papa Francisco había regresado de Lesbos con tres familias de refugiados. ¿No empieza todo a través de pequeños gestos, con cinco trozos de pan como cinco dírhams?… A los que estamos de este lado nos hace ¡tanto bien! saber que estáis ahí. Shukran. Sala