La Iglesia es católica porque es universal, extendida por todo el mundo, “hasta los confines de la tierra” (Hech 1,8). Y, sin embargo, esta única Iglesia católica se realiza en comunidades particulares. Es interesante notar que un mismo escrito, la primera carta a los Corintios, emplea la palabra Iglesia en un triple sentido: comunidad de culto (1 Cor 11,18), iglesia local (1 Cor 1,2) e iglesia universal (1 Cor 15,9). Se trata de tres formas de realización de la sola y misma Iglesia. La Iglesia universal existe en las distintas comunidades locales y allí se realiza, a su vez, en la asamblea de culto. Lejos de oponerse Iglesia local e Iglesia universal, la primera es la forma concreta de realizarse la única Iglesia en un determinado lugar, como ha dejado bien claro el Concilio Vaticano II: “en las Iglesias particulares se constituye la Iglesia católica, una y única” (Lumen Gentium, 23). Más aún, es posible considerar a la familia cristiana como “Iglesia doméstica” (Lumen Gentium, 11), o sea, como la primera realización de la reunión de creyentes que constituye la Iglesia cuando esos creyentes se reúnen en nombre de Jesús (cf. Mt 18,20).
Finalmente la Iglesia es apostólica porque está edificada sobre el fundamento de los Apóstoles (Ef 2,20), porque guarda y transmite la enseñanza que los apóstoles recibieron de Cristo (Hech 2,42; 2 Tim 1,13-14) y porque está gobernada por el colegio de los obispos (con el que colaboran los presbíteros), sucesores de los apóstoles en su ministerio pastoral. Este colegio está presidido por el obispo de Roma, que ejerce el llamado “ministerio petrino”: ser signo de unidad y confirmar a los hermanos en la fe. Aunque la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales reconocen la importancia del ministerio petrino, no están de acuerdo en las modalidades de su ejercicio y en las atribuciones que debe tener. Esta es una de los principales motivos que separan a la Iglesia católica de otras confesiones cristianas.
Importa aclarar que la apostolicidad no es un privilegio concedido a algunos, sino que (como muy bien reconoce el Catecismo de la Iglesia Católica, nº 863), “toda la Iglesia es apostólica”. “Apostólico” es un atributo aplicable a la Iglesia entera, que vive de acuerdo con el testimonio apostólico tal y como nos lo transmite el Nuevo Testamento. También es importante aclarar que la forma de elección de los encargados del ministerio sacerdotal y episcopal ha conocido diversos modos a lo largo de la historia. Estos ministerios no están ligados a un único modelo de elección de sus servidores. En la primitiva Iglesia era la comunidad cristiana entera la que elegía a sus pastores. Posteriormente, debido al crecimiento de la Iglesia, y hasta prácticamente nuestros días, en muchas diócesis el cabildo (o representación de los presbíteros) tenía una intervención decisiva en la designación del obispo. Tampoco estos ministerios están de por sí reservados a los que viven de una determinada manera. De hecho, en la Iglesia primitiva hubo y hoy hay en las Iglesias orientales “presbíteros casados muy beneméritos” (Presbyterorum Ordinis, 16).