Una cuestión de tiempo
Esta temporada paso muchas horas a la semana viajando. Entre las mejoras en los autobuses que me resultan más útiles, está una pantallita individual que te permite elegir cuándo y qué película ver. El otro día elegí una comedia romántica de esas que parecen evidentes para poder “dormirla” sin que me preocupara no ver el final. El caso es que resultó mucho más profunda de lo que parecía a simple vista. El protagonista descubre que los varones de su familia tienen la misteriosa capacidad de retornar al pasado cuando deseen hacerlo. Os podéis imaginar el juego que puede dar este extraño don para “corregir” todos esos momentos en los que metemos la pata u optamos por la elección inadecuada.
Pues bien, lo interesante de la película (al menos para mí) fue que el personaje recibe de su padre un “truco” que él había disfrutado: volver a repetir cada día para poder disfrutar de todos esos pequeños detalles que se le habían pasado inadvertidos en la primera ocasión. No se trataba de cambiar las cosas, sino de advertir las personas y situaciones que se nos escurren entre los dedos de la vida para llenar cada jornada de sentido. Adiestrar la mirada cotidiana para reconocer a Aquél que cada día nos sale al encuentro. Lo mejor de la película (también para mí) es que al final el protagonista confiesa que dejó de “repetir” los días. Ya no le hacía falta: vivía todos como si fueran el último. Aunque no tengamos posibilidad de regresar al pasado ¿no es un “truco” precioso para VIVIR (con mayúscula)?