Una historia zen narra acerca de un jinete sobre un caballo a gran galope. En un cruce de caminos uno de sus amigos le pregunta: “¿Dónde vas?”. El jinete le responde: “No lo sé, pregúntale a mi caballo…”. Nuestro caballo es internet y no sabemos cómo pararlo. Vivimos en la era de las pantallas y no podemos evitar el impacto tecnológico en nuestras vidas pero sí necesitamos aprender a entrenarnos en una manera de vivir con la tecnología que no nos aísle, que no nos enferme y deshumanice. El Papa Francisco nos alerta en Laudato Sí sobre la “rapidación” (un término acuñado por sociólogos latinoamericanos). En una sociedad tecnificada todo sucede tan rápido, tiene tanta inmediatez lo virtual, que se va demasiado deprisa para acompañar los ritmos lentos de la vida real. Frente a este acontecer precipitado, estar presentes supone una elección que es en sí misma una afirmación amorosa. La elección de estar atentos a la otra persona le dice: “Tú eres digna, tú vales”.
Siento que en nuestra vida comunitaria, en medio de todo lo que tenemos que hacer, lo que más necesitamos es “presencia”: personas que miren con detenimiento otros rostros, que saluden con calma, que pregunten… Frente a la “rapidación” que nos envuelve a todos cuando encontramos vidas con pausa son como medicina, a su lado se recupera el verdadero sabor de las cosas.