AVISOS Y CAUTELAS PARA SINODALIZANTES

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Andamos a vueltas con los comienzos del Sínodo y estamos en la etapa de enterarnos bien de qué va, generar ilusión y estimular el deseo de ponernos en marcha. No es por echarnos flores, pero en la vida consagrada tenemos ya bastante costumbre de hacer camino juntos y no nos viene mal recordar algunos aprendizajes que hemos ido haciendo o que, al menos, no nos suenan a nuevos. Y formular de paso algunos avisos y cautelas que nos ayuden a “enderezar” esos aprendizajes.

Aviso 1. Vivimos inmersos en lo que los analistas culturales llaman La sociedad del cansancio, en la que abundan los individuos agotados, frustrados y deprimidos. Según un estudio realizado con estudiantes de EE.UU. sobre salud emocional, las tres principales palabras con las que expresaron sus sentimientos fueron: cansado, estresado y aburrido.

Aviso 2. Más nos vale considerar normal cansarnos y no extrañarnos por ello, ni andar resoplando por los pasillos y contando a diestro y siniestro lo cansadísimos que estamos. Parafraseando una expresión de Teresa de Jesús, a veces dan ganas de decir con ella: “Algunas monjas no parece que venimos a otra cosa al monasterio, sino a procurar no cansarnos.  Determinaos, hermanas, que venís a cansaros por Cristo, y no a regalaros por Cristo” (Camino 10,5). Ella dice “morir”, pero cansarse es una pequeña forma de ir entregando la vida.

Aviso 3. Viene bien que nos examinemos un poco, no sea que la culpa de nuestros cansancios no la tengan las tareas que hacemos, sino el ritmo de velociraptor que llevamos incorporado por defecto.  Podemos tener inoculado el virus de esa rapidación que aparece en la Laudato si´: “A la continua aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos de vida y de trabajo, en eso que algunos llaman rapidación” (18).  No hay más que constatar la prisa con la que caminamos, comemos o galopamos por los salmos del diurnal.

Aviso 4. Jesús se cansaba, para suerte de la samaritana que así pudo encontrarse con Él, y también para suerte nuestra porque, cuando del cansancio pasamos al agobio, ya sabemos a dónde acudir para encontrar descanso. Pero también es bueno poner nombres a otras fuentes de descanso a las que recurrimos porque a lo mejor algunas son “religiosamente correctas” y las expresamos con libertad: “duermo, oigo música, camino por la naturaleza…”, pero quizá otras no nos atreveríamos a confesarlas en la comunidad por si “no queda bien” reconocer: “navego sin rumbo por internet, veo escaparates, leo el Hola o el Marca, estoy enganchado o enganchada  a una serie, me encantan los programas del corazón …”.

Las cautelas las dejo para otro día y además así me entero mejor de en qué se diferencian de los avisos.