AUTOBUSES Y EVANGELIO

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blog-ianireHay reacciones que le reconcilian a una con la humanidad por más que nunca vayan a ser noticia en un periódico. Esta tarde, cuando iba al pueblo de la Sierra en el que vivo, el autobús se ha llenado antes de salir de la estación… como suele ser habitual.  Como el bus pasa por la autovía, nadie puede ir de pie y suele ser muy frustrante (y, además, frecuente) que alguien se tenga que bajar y quedarse a esperar el siguiente. Hoy ha sido un chico el que ha descubierto que no había espacio para él y, cuando se iba a dar la vuelta resignado, uno de los pasajeros le ha preguntado por su destino. Al conocerlo, le ha cedido su asiento. Ante un público asombrado, su argumento ha sido que, si bien él tenía que esperar “solo” quince minutos, el otro tenía que hacerlo durante una hora. Sí, ya sé que no es tan heroico como el intercambio de Maximiliano Kolbe con un condenado a muerte… pero no deja de ser llamativo, admirable y, sí, algo heroico para quien está deseando llegar a casa tras una larga jornada de trabajo.

Acciones como esta hacen palpable que el amor gratuito e incondicional que rezuma el Evangelio y, con frecuencia, nuestros discursos religiosos, tiene pequeñas y cotidianas encarnaciones. Vale la pena sacar del anonimato y del olvido estos pequeños gestos que interpelan y cuestionan nuestra vida, porque, a pesar de nuestras bonitas reflexiones sobre Evangelio y el mandamiento del amor, no tengo muy claro si seríamos capaces de hacer algo así por un desconocido.