Hoy es el domingo del Buen Pastor y el adjetivo es importante.
Hay muchas clases de Pastores y todos somos pastores, del mismo modo que todos somos ovejas.
Apacentar y dejarnos apacentar es la dinámica relacional en la que se desarrolla nuestra vida desde Dios y los hermanos. Pero la bondad del pastoreo reside en la forma de realizarlo:
- hay quien entrega su vida por y a las ovejas. Una entrega cotidiana que nos lleva a olvidarnos de nosotros mismos en clave de servicio amoroso.
- Hay quien busca réditos, salario, ventajas, control de conciencias, trepar… Estos suelen ser asalariados de sí mismos y en ello ya tienen su paga.
Pero hay un solo Pastor que busca que sus ovejas no sean arrebatadas de su mano porque a Él mismo se las entregó el Padre en un gesto de cuidado infinito.
No se trata de mantenerlas de manera egoísta o para propio beneficio, sino con generosidad porque sabe que los pastos y los cuidados que tienen son los mejores.
Y lo más increíble es que respeta la libertad de la oveja aunque tenga la certeza de que se van a ser peores los pastos y que se van a aprovechar de ella para que produzca sin limites o se desgaste detrás de quimeras que prometen una felicidad de facilidad.
Pero nunca le arrebatan a las suyas porque sale a buscarlas una y mil veces. Y las espera al borde del aprisco y se interna por cañadas oscuras con una vara y un cayado de ternura.
Y, al final, aunque el final sea el último suspiro, las ovejas solemos reconocer su voz que pronuncia nuestro nombre, como en la mañana de la resurrección pronunció el de María. Y entonces ya nadie las podrá arrebatar de su mano porque ahí tenemos nuestro hogar.