Aprender a Jesús

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Hemos escuchado la palabra del Señor: “Procede con humildad”; “hazte pequeño”; “no te sientes en el puesto principal”; “ve a sentarte en el último puesto”.

La hemos escuchado, pero si queremos entenderla, hemos de fijamos en quien nos la dice.

Fíjate en Jesús: “Con ser de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios… se despojó de su rango… tomó la condición de esclavo… se rebajó incluso a la muerte, y una muerte de cruz”.

Cuando vino a sentarse a la mesa de la humanidad, no vino para ser servido sino para servir, no vino para ser primero sino último: Como último nació; como siervo vivió; como siervo y último murió.

Mírate en Jesús: en él verás la humildad con que has de proceder, de él aprenderás la pequeñez que nunca has de abandonar, la pobreza que has de imitar, la caridad que todo lo hermosea.

Deja que la fe haga memoria de aquel niño que, naciendo pobre, a todos nos enriqueció con su pobreza.

Deja que la fe haga memoria de aquel hombre que, no teniendo donde reclinar la cabeza, a todos nos permitió entrar en el descanso de Dios.

Deja que la fe haga memoria de aquel que, siendo el Maestro y el Señor, como si fuera un esclavo lavó los pies de sus discípulos.

Deja que la fe haga memoria del Hijo de Dios levantado en la cruz y muerto para ser la vida de todos.

Deja que la fe haga memoria, y empezarás a entrar en el misterio de la palabra que has escuchado: hazte pequeño, hazte último, procede con humildad… Pequeño, último, humilde al modo de Jesús.

También la eucaristía que celebramos nos ayuda a comprender: en ella, conforme al mandato de Jesús, hacemos memoria de su vida entregada, de su amor hasta el extremo, de su abajamiento hasta nosotros, para ser nuestra pureza –para lavarnos los pies-, para ser nuestro pan en el camino, y si lo queremos decir todo de una vez, para ser nuestro.

Dijimos: ‘Fíjate en Jesús’, ‘mírate en Jesús’. Pero en este día hemos de hacer algo más: nos fijamos, miramos, y comulgamos.

Y eso significa que nos hacemos últimos con el último, pequeños con el más pequeño, siervos con el que es siervo de Dios y siervo de todos; últimos, pequeños y siervos con Jesús.

Ahora, al releer la palabra de este domingo, esto es lo que entiendo: Procede como Jesús, con humildad; hazte como Jesús, pequeño; que se me encuentre con Jesús a los pies de todos.

Que se me encuentre humilde, pequeño, siervo, en una palabra, que se me encuentre pobre como Jesús.

Entonces será de Jesús y nuestro el cántico del Salmista: “Los justos –los pobres- se alegran en la presencia de Dios. Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios prepara casa a los desvalidos”.

Dios prepara casa para Jesús y para ti.

Que nunca dejemos de aprender a Jesús.

Feliz domingo.