Si conociéramos cuál es nuestra misión…
No es un despropósito enfrentarnos con esta pregunta: ¿Cuál es mi misión en la vida? ¿Quién soy yo y qué razón de ser subyace a mi existencia? La necesidad de conocer nuestra propia misión obligaría a millones de personas a pensarse muy en serio quiénes son y qué es lo que realmente quieren, desean.
Una nación, una ciudad, una comunidad en las que las personas fuéramos conscientes de nuestra misión,
ahorraría cantidades incalculables de dinero, lágrimas y dolor de corazón.
No se asistiría a las iglesias por mera casualidad o costumbre, sino por convicción;
el voluntariado se dispararía;
los líderes de las iglesias grandes y pequeñas, y de las iglesias domésticas, y de los movimientos y de las comunidades religiosas se verían obligados a cambiar la retórica por la acción real y significativa;
las personas que permanecen en la sombra, llevando una vida infiel, estallarían a la luz del sol de las posibilidades del reino y del poder del Espíritu;
aquellos que nunca han sabido lo que es sentir un compromiso apasionado con una causa serían catapultados desde sus sofás al campo de juego, probando la suciedad, sintiendo el sudor y el aguijón de las lágrimas, y teniendo el viento golpeado… y en el proceso llegarían a estar completamente vivos.
¡Hay un mandato de Misión pendiente! ¿Lo hemos olvidado?
Los líderes de la iglesia actual y de sus comunidades han recibido órdenes de Jesús respecto a la Misión:
Como cuerpo de Jesús que somos, debemos defender la causa que él lideró: ¡la causa del Reino!
Hemos de evitar implacablemente lo que Reggie McNeal -ministro de la Iglesia y experto en liderazgo cristiano- ha descrito como “amnesia de la misión”.
“La claridad y la vitalidad de los santos que Dios ha confiado a tu cuidado dependen de ello”.
Es penoso encontrarse con bautizados-confirmados “sin conciencia de Misión”. El envío de Jesús a todos sus discípulos, a todas sus discípulos, no es por muchos obedecido. El Espíritu de la Misión, enviado, queda atrapado en tantos cristianos que sólo llevan adelante sus proyectos, que están o estamos encerrados en nuestras “rutinas”, caminitos de ida y vuelta sin ninguna trascendencia, en lugar de participar seriamente en la “Iglesia en Salida”.