Amigos

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Quizás hoy la palabra amigo esté demasiado gastada, tenemos tantos en las redes sociales que casi no los podemos contar. Pero cuando Jesús nos la dice se nos esponja el alma y nos sube un no sé qué por todos los poros de la piel. 

No somos siervos que no saben lo que hace su señor. El Hijo de Dios nos llama amigos, con esa intimidad que no nos acabamos de creer. 

Como si nosotros mismos estuviésemos hablando de Jesús a unos niños: «Es tu amigo». Demasiado de niños para que creamos que es cierto, que Dios puede amarnos de ese modo gratuito. Y es más, amándonos primero en una elección amorosa, que como todas las amorosas, no entiende de cálculos de beneficios o de ventajas por obtener. 

Amistad que nos desarma: quizás prefiriésemos ser siervos a los que les manda un Dios porque sabríamos siempre que hacer y encantados con sus correcciones y castigos.

 Pero no. La amistad nos exige ese plus de entrega, de generosidad, de riesgo, de exceso. Tan hermoso y tan complicado. Tan libre y bello. Un Dios amigo. 

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