Allanad sus senderos

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Damos un paso más en nuestro adviento e inauguramos esta segunda semana con Juan Bautista. El no es el que tenía que venir, no es la luz, ni el fuego, ni el Espíritu. Pero sí que es el encargado de preparar los caminos y de allanar los senderos para su llegada. 

El es hombre de desierto, de la soledad poblada de Dios en medio de la nada. También está urgido porque sabe que el Reino está por llegar, por eso habla de hachas y de bieldos y piedras que pueden ser hijos de Abraham si Dios así lo quisiese. 

Pero Juan solo es agua. El más grande de los nacidos de mujer pero el más pequeño en el Reino. Pertenece a la historia primera, a aquellos hombres y mujeres que oteaban el horizonte para leer los signos del Mesías que tenía que plantar su tienda entre nosotros. 

Juan tuvo la dicha de conocerlo, de bautizar al autor del bautismo, de convivir con él. Pero incluso en la carcel dudó de que era él y mandó a los suyos a preguntar a Jesús si había que seguir esperando o era el Mesías. 

Juan es como nosotros solo agua. El Espíritu no nos pertenece, en realidad no es propiedad de nadie. En nuestro ser agua a veces nos arrogamos el papel del Espíritu y del fuego. Incluso forzamos los tiempos de Dios para meterlos en nuestros pequeños relojes. Les decimos a los seres humanos que hachas y bieldos están muy cerca y nos olvidamos que el dueño de la mies es paciente. Nos convertimos en caminos y no en simples zapadores que es nuestro papel. 

Nuestras prisas no son sus prisas. Nuestros proyectos no son los suyos. Nuestra vehemencia le es ajena. Sigue prefiriendo establos a palacios y cañas cascadas a hierros firmes pero inflexibles. Allanemos caminos y no levantemos murallas de imposibles morales e inmesiricordes, de grandes proyectos que, a veces, solo esconden nuestras ganas de ser Espíritu olvidando que solo somos agua. 

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