Algunas obsesiones nuestras…

1
1066

Dice el Evangelio que necesitamos volvernos como niños para poder entrar en el reino de los cielos (Mt 18, 3). La Palabra siempre nos llama a la sorpresa en el Espíritu, a reconocernos limitados y con mucho que aprender. Sin embargo, nosotros caminamos por las vías de la seguridad y la falta de capacidad para un nuevo aprendizaje: obsesionados por saberlo todo. Especialmente en la Iglesia encontramos perfiles de personas que se sienten obligadas a saberlo todo, o bien, a saber lo que cada uno quiere oír. Y desde ahí, se cortan cual patrones de modista, respuestas que se reparten a diestro y siniestro, sin tener en cuenta la identidad, la situación o la especificidad de cada persona. Incapaces de escuchar y dejarnos interpelar nos convertimos en máquinas de respuestas enlatadas… que es usted anciana y está sola respuesta 5, que en cambio es usted madre y tiene un problema con su hijo adolescente respuesta 3, que le ha dejado su pareja la 2 y así hasta el infinito. Llegará un día en que nos preguntaran por la vida en Marte y también tendremos respuesta.

Mientras tanto estaremos perdiendo la gran riqueza y el increíble misterio que es cada ser humano. A veces, me pregunto qué pasaría si cuando nos cuentan situaciones de sufrimiento o dolor tuviésemos tiempo, permaneciéramos en silencio, nos diésemos cuenta que lo importante no son las palabras sino que esa persona sienta que no está sola, que nos importa su vida y que la respetamos tanto como para no darle soluciones exprés. Acompañar tiene mucho de callar y dejar que brote en cada momento la palabra oportuna, el gesto que acoge, el silencio compañero de camino… La sorpresa ante la vida, que es siempre nueva.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí