La agitación comienza a abrirse camino en el interior de Jesús. Sabe que el trigo tiene que morir para dar fruto, sabe que quien se ama a sí mismo se pierde, sabe que el amor se desparrama sin medida hasta la extenuación… Pero también siente miedo ante la amenaza real que se va dejando en el horizonte: un juicio que antes de celebrarse es de condena y una muerte que es silencio porque ya está todo dicho y hecho.
Se anticipa la angustia. Y surge la petición lógica al Padre: «Líbrame de esta hora». Es la fragilidad del amor que se agarra a la vida, porque ésta es hermosa, porque vale la pena. No es el egoísmo de aferrarse a lo imposible; sino la belleza de una vida hermosa que ayuda a hermosear la existencia de aquellos que ya habían arrojado la toalla y vivían en la fealdad del abandono y el desamor.
Por eso la petición es lógica y la angustia natural. Y el Padre se compadece hasta los tuétanos, pero también sabe que el amor es entrega y más en Dios-humano-Espíritu. Quizás el Padre lo sabía desde siempre porque amó desde el principio sin comienzo y hasta el final que solo es comienzo… Pero todo ello no le ahorra el dolor… Y a nosotros tampoco.
Feliz camino hacia la Pascua