sábado, 27 abril, 2024

AHORA LO URGENTE ES CREER Y SER POBRES ENTRE LOS POBRES

Maria Inês Vieira Ribeiro, Presidenta de la CRB (Conferência dos religiosos do Brasil)

Presidir la CRB no es un cargo honorífico, es una responsabilidad grave. La conferencia de religiosos y religiosas de Brasil, además de ser la más numerosa del mundo, vive con su pueblo un momento convulso. Alentados por el reciente Sínodo, sin embargo, se reafirman en un compromiso inequívoco. Al frente de la Conferencia está Maria Inês Vieira, religiosa de la Congregación das Irmâs Mensageiras do Amor. Ante todo, una mujer de fe empeñada en agradecer la pluralidad de la vida consagrada y en la construcción de la casa común.

¿Cuáles son, según Usted, los signos más claros de  vitalidad de la vida consagrada?

Para mí, uno de los signos más claros de vitalidad de la vida consagrada es cuando la veo despertar y caminar, poco a poco, hacia los gritos más urgentes del pueblo de Dios. La vida consagrada cuando centra su mirada en la situación de pobreza, vulnerabilidad y marginalidad que viven nuestros contemporáneos ofrece ardor y vitalidad.

Quiero resaltar, también, la intercongregacionalidad que para nosotros, en  Brasil, está siendo fuente de vitalidad, de manera particular en la formación inicial y permanente. Y de manera muy expresiva en la misión, al crearse una red para poder responder a desafíos tan graves como la trata de personas, el cuidado del medio ambiente, la educación, la salud y la misión ad gentes.

¿Cuál es el mayor reto que ve en los religiosos y religiosas de Brasil?

La situación no es fácil. Creo que vivimos un desafío muy fuerte por la pobreza y disminución de efectivos. La vida consagrada está viviendo un proceso de envejecimiento peligroso que provoca la retirada de las congregaciones de algunos lugares de máxima emergencia. A la vez, nuestro país atraviesa un momento muy complejo desde el punto de vista social, político y religioso que viene a aumentar la complejidad de la vida consagrada, porque, evidentemente, formamos parte de un contexto.

Usted, como mujer, ¿experimenta la anhelada igualdad dentro de la Iglesia?

Todavía vivimos una gran desigualdad, pero tengo mucha esperanza en el pontificado del papa Francisco. Sabemos su esfuerzo personal para incluir mujeres en varios equipos en el Vaticano y es constante el aliento en sus pronunciamientos. Durante el Sínodo para la Amazonia, fue palpable su valoración y admiración de la presencia y las intervenciones de las mujeres. Personalmente me siento realizada y comprendida desde mi feminidad dentro de la Iglesia, sin embargo, me siguen sorprendiendo algunas situaciones de abuso de poder por parte del clero y los obispos.

¿Qué signos de esperanza percibe a partir del reciente Sínodo para la Amazonia?

Los grandes signos de esperanza que percibo en el reciente Sínodo para el Amazonas los centro en el subrayado de una nueva conciencia planetaria y ecológica que se ha despertado en el mundo, particularmente en Brasil y América Latina. Queda, sin embargo, mucho por hacer. El Sínodo también abre la esperanza de una conversión ecológica y la apertura a servicios ministeriales diversificados en la región amazónica, ante el reto de la ausencia de propuesta evangelizadora en sus vastas áreas. Ahora,  lo importante es la acción, abrir procesos, después de la reflexión sinodal. Tengo la sensación de que este Sínodo ha abierto la puerta de una reflexión importante necesaria en toda la Iglesia.

¿Por dónde deben ir las iniciativas de transformación en las cuales deben centrar los  esfuerzos las congregaciones y órdenes en este tiempo?

Lo más importante es que la vida consagrada aprenda a creer y busque ser solo, pobre entre los pobres. Ha de hacerse mucho más sensible al sufrimiento de cada persona. Además, para nuestro tiempo, es muy importante que acentúe que se trata de una vida misionera consagrada. Su lugar está en las fronteras de la pobreza, la exclusión social, la enfermedad, la falta de sentido de la vida. Una vida consagrada que pierda el miedo para vivir el encuentro con las personas que, desde nuestra perspectiva, están lejos, en las «periferias existenciales y geográficas».

¿Qué puede aportar la vida consagrada de América  Latina como original a los consagrados de otros continentes?

¡Nuestra vida consagrada en América Latina también vive problemas inmensos! No queremos sentirnos abrumados al pensar que tenemos mucho que ofrecer a las personas consagradas de otros continentes. Creo que hay un camino común para los consagrados de todo el mundo y es que debemos entrar en el camino de la humildad y la pequeñez. El profetismo es la ruta de la vida consagrada, particularmente después de las Conferencias Latinoamericanas (Medellín, Puebla y Aparecida), cuando la Iglesia hizo y confirmó la opción por los pobres y la CLAR y las distintas Conferencias Latinoamericanas alentaron la inserción de la vida consagrada en los medios populares pobres. No solo ofreciendo misión y vida comunitaria, sino también una nueva experiencia espiritual, más cercana a Jesús de Nazaret y a los carismas fundacionales.

Este nuevo estilo de vida consagrada, a lo largo de nuestra historia, conectó perfectamente con los pobres desde la denuncia profética y, como sabemos, en algunos casos culminó con el testimonio del martirio.

Desde esta nueva experiencia nació una nueva teología de la vida religiosa consagrada, muy vinculada a los pobres, a la inspiración evangélica y nazarena. Tengo que subrayar que en este sentido sobresalen las mujeres consagradas.

Háblenos de la CRB, ¿cómo valora la vida de una entidad al servicio de todos los consagrados?

La Conferencia de Religiosos de Brasil es un organismo que realiza un importante servicio de animación de la vida consagrada. A través del Plan de Acción elaborado cada tres años en la Asamblea General, con todas las secciones generales, provinciales y las 20 conferencias regionales que conforman la conferencia, mantiene un programa con actividades formativas y de animación a través de reuniones, seminarios y congresos. En la Conferencia hay una creciente experiencia sinodal de mayor cercanía con la Conferencia de Obispos de Brasil y también las múltiples organizaciones que tienen como objetivo el servicio y el cuidado de la vida, especialmente de los más débiles.

¿Se puede vivir en una comunidad intercongregacional sin perder el propio carisma?

Sí, es posible vivir en una comunidad intercongregacional sin perder el carisma. Creo que para participar en una comunidad intercongregacional, la persona consagrada debe ser una persona integrada, comunitaria, psicológica y espiritualmente. Yo vivo en una comunidad inter desde 2014, y puedo dar fe de cómo vivimos cada uno y cada una nuestro carisma. Sale constantemente a la luz desde las realidades de nuestro compromiso consagrado. Se hace presente cada fundador de manera sencilla, sensible y espontánea en nuestra convivencia normal y en los momentos de crecimiento espiritual comunitario. Es curioso, pero lo más original de nuestros fundadores se hace palpable precisamente por el contraste de la convivencia, espiritualidad  y estilos; por la riqueza de los carismas que no chocan, sino que se invitan a la complementariedad. Quiero reiterar que para nada se pierde el carisma, todo lo contrario. Es más, las comunidades inter son un signo real y posible para nuestro tiempo.

¿Qué podríamos cambiar los consagrados para ofrecer más claramente nuestra vida a los jóvenes?

Para ofrecer nuestras vidas más claramente a los jóvenes, los consagrados tenemos que asumir un compromiso que, en principio parece fácil: ofrecer un testimonio convincente y atractivo y aprender a estar en medio de ellos. Este es un reto importantísimo. Tenemos que formarnos y convertirnos para lograrlo porque el tiempo de cambios que vivimos nos lleva a comprobar que entre los jóvenes y la vida consagrada hay un profundo malentendido generacional.

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