El Evangelio de este domingo es increíble. Quizás junto con el del domingo pasado el denominado Hijo Pródigo, son las dos esencias de amor más puras de un Dios escandaloso.
En este de la adúltera Jesús solo dice una frase a los presentes, a los celosos de la Ley de Dios y de la moral, y algunas más a la mujer acusada. Ninguna de ellas es acusatoria como cabría esperar.
Jesús debería haber lanzado la primera piedra o haber colaborado a lapidar a la pecadora, él (el primero) tendría que haber cumplido la ley de Dios. Una adúltera es imperdonable, debe morir como pecadora pública.
Pero descubrimos a Jesús agachado y dibujando o escribiendo con el dedo en la tierra del suelo. No sabemos nada de lo que allí se estaba inscribiendo. Quizás el nombre del adúltero desaparecido, pero protegido por su condición de varón, aunque también objeto de castigo (no de muerte) si apareciese. Quizás el nombre del marido que está dispuesto a vengar su herida en el honor y vergüenza con una piedra cargada de odio y deseos de purificación y reparación. Quizás la de los hijos de esa mujer que no entienden por qué a su madre, la encargada de dar cariño sin medida en el hogar, van a hacerle daño de esa manera. Quizás la de otros hombres y mujeres que alguna vez hicieron algo parecido pero que lo esconden bajo el disfraz del escándalo y del cumplimiento estúpido de lo mandado, aunque sea (ellos creen) por Dios.
O quizás solo dibuje: un arcoiris, como el de Noé (nunca más volveré a castigar así a mi pueblo, dijo Dios); o un lirio (como aquellos que se visten mejor que Salomón sin preocuparse de nada); o la sonrisa de su madre que le enseñó que las mujeres no son sólo perdición y uso abusivo; o, ¿por qué no?, esa oveja perdida que casi ningún pastor sale a buscar porque se queda con la seguridad de un rebaño todavía enorme (99 más); o, simplemente 70×7…
Podría ser
Lo que sí fue es la frase: Yo tampoco te condeno, vete y no peques más. Ya no quedaba nadie ahí para oírla, solo la mujer y él. Bueno, quizás también los nombre o los dibujos.
