Dios no es tu rival… o sí

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En mi tierra -tierra de vino- los racimillos de cuatro uvas que salen en algunos sarmientos y que nunca maduran son “grumos”; aquí aparecen como agrazones. Son un fracaso para el que cosecha ya que la vid se ha quedado con todo el alimento para sí.

Yo lo entiendo por ser del pueblo, pero no todo el mundo lo capta hoy. De ahí tanta explicación. Creo que Jesús tenía más frescura y libertad que nosotros. Buscaba ejemplos habituales para explicar el reino de Dios porque conocía bien su tierra y quería a su gente.

Lo que sí se entiende bien es la pretensión de descubrirnos interesados y desagradecidos ante el amor de Dios. Él nos ha cuidado desde siempre -como a la vid- y espera nuestros frutos -uvas-. Pensemos que una vid no es una planta decorativa y nosotros tampoco. Damos fruto en la medida en que estamos vinculados a Cristo. Y esos frutos pertenecen al propietario, ya que hemos trabajado en una empresa que nos ha mantenido y espera el producto de nuestro trabajo.

Jesús, hablando a estos a sacerdotes y senadores, descubre nuestra doble tentación: consumir los beneficios que producimos y creernos los dueños. En la parábola los jornaleros se apropian de la cosecha. En la vida real yo puedo quedarme los beneficios que reportan mi trabajo y apropiarme de la viña, de la empresa, de la herencia, de los niños de catequesis, de la gestión de mi comunidad religiosa…

La consecuencia siempre es la misma: considerar a Dios como un rival. Al pensar en mí y en lo que merezco, me separo de los demás y de Jesús; al que considero un crítico de mi gestión y una piedra en el zapato. El paso siguiente es olvidarme de él o quitarlo de en medio.

El antídoto está en la carta a los Filipenses: dar las gracias a Dios en todo momento. Y ahora, por encima de que yo entienda o no de vendimia, he de dar respuesta: ¿Produzco los  frutos que Dios quiere? ¿los entrego o me siento propietarios de ellos?

Con osadía, me atrevo a actualizar la parábola y a proponerte esta reflexión:  – Si estás en este mundo porque te dejaron nacer, da gracias a Dios porque en Europa es un milagro.

– Si te has despertado sin muchos dolores, da gracias porque la salud no es un derecho tuyo; es un regalo.

– Si no has conocido los peligros de la guerra, da gracias porque tienes más suerte que 500 millones de personas en la historia.

– Si puedes hacer régimen, da gracias porque tienes qué comer.

– Si tienes agua y luz, da gracias pues eres más rico que el 75% de la humanidad.

– Si tienes unos ahorros, -aunque pocos- da gracias porque eres parte del 10% de la población próspera del mundo.

– Si tienes trabajo remunerado, hoy en este país, da gracias a Dios cada noche.

– Si has visto a tus padres hacerse mayores, da gracias porque no todo el mundo tiene esa suerte.

– Si puedes tomar de la mano a alguien y quererlo, da gracias porque hay miles de personas solas.

– Si tienes cerca un médico o un hospital, da gracias porque eres un privilegiado.

– Si tienes colegio y profesores, da gracias porque eres un elegido.

– Si vas a la parroquia y no te apedrean o pierdes tu trabajo, da gracias porque 30 millones de creyentes son perseguidos por menos.

– Si puedes ayudar a alguien a salir de su pobreza o su anonimato, da gracias porque haces lo que debes.

-Si tienes sacerdotes y puedes elegir misa, da gracias porque hay lugares de España que no pueden celebrar el domingo.

-Si vives en una comunidad religiosa y puedes compartir la vida y el seguimiento de Cristo, da gracias porque has encontrado un tesoro.

¿Cómo ha ido? Si eres consciente del don de Dios, de su Providencia verás que nada es de tu propiedad. Entonces comenzarás a dar frutos. Y se los entregarás a un Dios te ama y nunca ha sido tu rival.