Nuestro quinto evangelio

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Me llama la atención que cuando hablamos del Reino, en los textos o en las canciones, solemos emplear verbos activos: trabajar por el Reino, construirlo, colaborar, hacer el Reino… Son acciones que requieren nuestra iniciativa. Sin embargo, los verbos que aparecen en el Evangelio son otros. Jesús habla de entrar en el Reino, de recibirlo, de encontrarlo, de esperarlo, de heredarlo… algo que está ofrecido de parte de Dios, la iniciativa primera es siempre suya, y a nosotros nos toca disponernos para acogerlo. Hacernos receptivos y buscadores.

Benedicto XVI nos recordaba, y en su despedida queda como un sello y un reto para nosotros, que es el Evangelio vivido cada día el elemento que da encanto y belleza a la vida consagrada… que necesitamos ser Evangelio viviente. Me gusta decirle a los novicios del “inter” que cada uno escribimos, en nuestro cuerpo, el “quinto evangelio”. Porque el primer anuncio, el que más llega, lo llevamos sin palabras con nuestras propias vidas. No es lo que hacemos, mucho o poco, o nada; sino lo que irradiamos. Como decía el Papa, citando a San Benito: “una vida que activa o pasiva pertenece totalmente a la obra de Dios”. En ocasiones, el buscar la eficacia, el tener que sacar adelante lo que llevamos entre manos, el exceso de tareas y la diversificación, puede provocar que nuestras presencias pierdan calidez y hondura. Que nos hagamos funcionarios más que testigos.

Me hicieron mucho bien estas palabras de Simón Pedro Arnold, un benedictino peruano, él decía: “Tengo el privilegio de vivir en medio de un pueblo hundido en la pobreza y, no pocas veces, en la pobreza extrema. Con él, he aprendido a acoger esta reivindicación primera: dar, devolver o preservar la vida de la gente y, más allá, de toda criatura. Me reconcilio con mis manos de sacerdote, hechas para sanar y acariciar, con el agua bendita y el aceite que cura y fortalece; con las palabras de ternura que hablan de esas cosas tan simples que consuelan. He tomado conciencia, con mis hermanos y hermanas aimaras que, antes que doctrina, normas y dogmas, debate de ideas y polémicas teológicas, la religión es bendición”. Es lo que deseo para el nuevo Papa, que le dejen escribir su quinto evangelio y pueda ser amable portador del Reino, mediador humilde de Aquel que sólo sabe amar-y-decir-bien.