CAMBIO CLIMÁTICO

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Estamos oyendo muchas voces que alertan sobre el cambio climático. Alertan sobre sus posibles consecuencias desastrosas para el futuro del planeta y de la misma humanidad. Insisten en que ese cambio está siendo provocado por la actividad humana y que, modificando nuestra forma de comportarnos (de producir, de consumir) podríamos evitar esas consecuencias negativas. Los institutos religiosos somos también parte de esta humanidad, vivimos aquí, producimos aquí, consumimos aquí. Y, además, decimos que queremos ser testimonio de un estilo de vida diferente: respetuoso con la vida y promotor de la fraternidad, que no otra cosa es el Reino del que habla el Evangelio y del que queremos ser testigos. Por eso, este asunto del cambio climático nos debería hacer pensar y, probablemente, provocar un cambio en nuestras actitudes y comportamientos.

Claro que también oímos voces que nos dicen que esto del cambio climático no es más que una ideología más, que no tiene base científica, que el planeta goza de una salud extraordinaria, y que toda esta historia no es más que una suerte de conspiración de algunos que pretenden divinizar de tal modo la naturaleza que ponen a la persona humana en una posición inferior.

Es cierto que puede haber posiciones extremas. Siempre las hay en la sociedad. Pero de ahí a negar el cambio climático, hay mucho trecho. Diría que hay suficientes datos científicos como para pensar que es posible que los que defienden la existencia de ese cambio y sus posibles consecuencias negativas pueden tener razón. En ese caso, creo que hay que aplicar un viejo principio de la moral católica: en caso de duda razonable, es mejor aplicar la opinión más segura. Es decir, si un cazador va por el monte y ve moverse algo que le parece una pieza de caza pero que también podría ser un hombre y tiene dudas, lo más prudente es que no dispare. Dicho con otro ejemplo, es posible que a nivel científico se discuta si el feto es realmente una persona o no. Precisamente por esa situación de duda, mejor sería evitar el aborto que realizarlo. En caso de duda, asumimos la posición más segura.

Por eso, creo que vale la pena tomarse en serio lo del cambio climático y tratar de actuar en consecuencia. Tratar de proteger y cuidar la naturaleza, este mundo en el que vivimos, es mejor que hacer lo contrario. Es la posición más segura. Si más adelante, los datos científicos confirman que lo del cambio climático era una ideología sin base real, no habremos hecho mal en reciclar mejor nuestros residuos o en evitar consumir menos combustibles fósiles. Pero si los datos científicos confirmar el cambio climático y sus peligrosas consecuencias, entonces no reciclar o consumir más combustibles fósiles no habrá hecho más que contribuir al desastre. Y el tema no es de broma.

Por eso, tendríamos que pensar, en la medida de nuestras posibilidades, en reciclar mejor, en usar menos plásticos y menos papel, en empezar a comprar coches eléctricos o al menos híbridos, en cambiar las calderas de calefacción de gasóleo por gas natural u otros sistemas menos dañinos con la naturaleza, en hacer nuestras casas más sostenibles y menos peligrosas para el medio ambiente, a cuidar mucho donde van las inversiones financieras de nuestros institutos, etc. Aquí hay mucho margen para la creatividad. A veces puede suponer un gasto mayor, pero, a largo plazo, es una inversión rentable en vida.

No se trata de caer en un culto a la naturaleza sino de comprender que este planeta en el que vivimos es nuestra casa, la casa de todos, y que tenemos el deber de cuidarle. En caso de que no se produzca el tal cambio climático, siempre será mejor haber contribuido a consumir menos recursos naturales, a que nuestras ciudades y campos estén más limpios y a que la vida en todas sus formas deje estar amenazada y pueda prosperar. Porque todo es creación de Dios y Dios no lo puso en nuestras manos para que lo destrozásemos sino para que lo cuidásemos. Somos los reyes de la creación pero no como tiranos sino como servidores de la vida, de toda la vida y de todas las vidas.

Por si acaso mis razones no valen, en este enlace tienen la encíclica Laudato Sí del papa Francisco precisamente sobre la ecología.