Lo de la austeridad no hace falta explicarlo. Nos han enseñado a vivir en un ambiente austero desde nuestros primeros pasos en la vida religiosa. Nuestras casas suelen ser amplias pero muy austeras en su decoración. Nuestros cuartos son monacales: estantería, mesa, silla, cama y poco más. Generalmente vacíos de cualquier detalle que dé un ambiente un poco más cálido, un poco más de hogar. Estamos acostumbrados. Es lo nuestro.
Pero me da la impresión de que a veces confundimos la austeridad que debe caracterizar nuestra vida, con dejar las cosas un poco abandonadas. Y nuestras casas carecen del mantenimiento y cuidado necesarios. He visto casas de comunidades en las que se ha hecho una obra de renovación hace poco tiempo y a los pocos años ya se empieza a ver que no se hace el adecuado mantenimiento. Esla puerta del armario que está caída, la silla que está coja, la ventana que no cierra, y tantas otras cosas que hacen que la casa aparezca de repente vieja.
Ya no voy a entrar en el tema de la limpieza. Me atrevería a decir que este es más un problema de las comunidades masculinas que de las femeninas. Claro que esto también tiene que ver con la edad. Siempre, por razones de austeridad, dábamos por supuesto que cada religioso o religiosa se limpiaba su propio cuarto. Pero ha habido dos cambios fundamentales en esta cuestión. Primero, que antes no teníamos el servicio individual, en cada cuarto. Y, segundo, que antes teníamos veinte o treinta o cuarenta años menos. Y la capacidad de limpieza es inversamente proporcional a los años. Y la suciedad se termina acumulando. Y eso no es bueno.
Decía al principio que no quería pensar en que todo esto fuese consecuencia de la desidia. No lo creo. Pero sí es consecuencia de que con el paso del tiempo, con el incremento de la edad y la disminución consecuente de fuerzas, la limpieza pasa a ser una preocupación de segundo o tercer grado. Una pena.
Tenemos que hacer el esfuerzo de hacer un buen mantenimiento de nuestras casas. Que los pequeños destrozos que va haciendo el tiempo los vayamos curando de forma que la casa se mantenga y no se vaya hundiendo poco a poco. Y de cuidar la limpieza. Aunque eso signifique en ocasiones contratar a una persona porque nosotros ya no tenemos fuerzas para hacerlo y menos para hacerlo bien.
Mantenimiento y limpieza cuestan dinero. Es cierto. Alguno, alguna, creerá que eso está desacuerdo con la austeridad que debe caracterizar nuestra vida. Pero no puede ser que austeridad signifique dejar que nuestras casas se vayan rompiendo y aviejando poco a poco o que la suciedad nos vaya comiendo la partida. La austeridad nos debe llevar a evitar cualquier tipo de lujos inmoderados (me pregunto dónde están esos lujos en nuestras casas porque yo, salvo excepciones muy excepcionales no los he visto nunca). Pero la austeridad no está reñida con hacer los gastos necesarios en favor del buen mantenimiento de nuestros edificios y de su limpieza y decoro. Así que ya saben: austeridad y mantenimiento no están reñidos. No sólo. Un buen mantenimiento es parte imprescindible de una buena administración. Para evitar gastos mayores.
Postblog. Algunos lectores me han preguntado por qué las fotos son últimamente todas de bancos. Pero no de bancos de dinero sino de bancos de sentarse, de la calle, de los parques. Desde hace mucho me atrajeron como objeto a fotografiar. De piedra y madera, cuidados y abandonados. En parques y calles. Siempre dispuestos a acogernos y proporcionarnos descanso. En un blog de economía, son una imagen un poco ambigua. Como los bancos comerciales, están siempre dispuestos a acogernos, aunque a veces sus asientos son duros como duras son las condiciones que nos imponen los bancos comerciales para acogernos.
Y sí, a la siguiente entrada del blog, tendremos otra «Historia del Padre Pérez». Prometido.