La Iglesia no es una ONG, pero…

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El Papa alguna vez lo ha recordado: la Iglesia no es una ONG. Algo que debería ser evidente para todo creyente. La Iglesia es la comunidad de aquellos que creen en Cristo como su Señor y Salvador. Pero la fe en Cristo tiene implicaciones que afectan a todos los ámbitos de la existencia. Y afectan también al modo de relacionarnos con la naturaleza y con las otras personas. Los otros no son solo “otros”, son también “míos”, porque el creyente sabe que son hijas e hijos de Dios, que Cristo les ama y que, en ellos Cristo mismo está esperando nuestro amor. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis pequeños hermanos (hermanos en situación de precariedad: pobreza, enfermedad, falta de pan, de vestido y de tierra), a mí me lo hicisteis”. No dice: “yo estaba contento porque os portabais bien con ellos”, sino “a mí me lo hicisteis”, cosa que solo puede significar: “yo estaba allí, en el prójimo necesitado, y allí se me podía encontrar”.

A partir de estos principios queda claro que, si bien la Iglesia no es una ONG, la Iglesia como comunidad, y cada uno de sus miembros, debe realizar muchas labores que también realizan otras instituciones laicas, que no apelan para nada a Dios en su labor social a favor de los necesitados. Coincidir con otros a la hora de hacer el bien no es motivo de celos ni de rivalidad, sino motivo de alegría y de colaboración. Cierto, es posible que los motivos, las razones, por las que unos y otros hacemos obra social a favor de los desamparados, no sean las mismas. O mejor: no se formulen en los mismos términos. Porque toda acción a favor del prójimo necesitado termina remitiendo a un motivo trascendente, a un motivo que rompe las fronteras de mi egoísmo.

La Iglesia no es una ONG. Pero si dejara de practicar la caridad y la justicia, si dejara de lado su compromiso con los pobres, enfermos, emigrantes, presos, su vivencia del Evangelio no sería auténtica ni completa. No es posible vivir el Evangelio “a medias”. No es posible ser cristiano “hasta cierto punto”. La caridad, traducida en compromisos concretos, es esencial a la vida cristiana. El que los beneficiarios de nuestra caridad puedan confundir a la Iglesia con una ONG no es razón para estar sermoneándoles sobre lo que somos y no somos. Lo que somos lo debemos tener claro nosotros. Evidentemente, siempre que tengamos ocasión, debemos aclarar que el pan del cuerpo que suministramos nunca podrá llenar del todo la vida. Eso solo puede hacerlo otro pan, un pan que cuando se come ya no se muere más. Cristo, pan de vida, es el único que puede llenar el corazón de las personas. Pero probablemente, el mejor contexto que puede hacer esto entendible y audible es el del suministro del pan del cuerpo.